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24.07.2019
Concluye el Campo de Trabajo en Marruecos

“Testigos de que Dios se pasea por las calles de Alhoceima”

Otro de los grupos que ha concluido su experiencia de verano es el formado por 9 jóvenes y 3 acompañantes, que ayer regresaron del Campo de Trabajo en Alhoceima (Marruecos), donde han colaborado en el ámbito del voluntariado. El grupo, ha dedicado sus jornadas al voluntariado en el psiquiátrico estatal de Imzourren y en el Centro de día para jóvenes con discapacidad que tienen los Franciscanos de la Cruz Blanca en Alhoucemas, así como a realizar la lectura creyente de la experiencia vivida.

“El grupo de 9 jóvenes y tres acompañantes somos testigos de que Dios se pasea por las calles de Alhoceima; Dios entra en el centro benéfico Dak Assalam para chicos y chicas con capacidades diferentes y camina con todas las personas de aquí y allí que realizan su voluntariado y trabajo con ellas”, explica Luis Mari Vega, uno de los acompañantes, nada más regresar a nuestra Diócesis.

Vega dice que han descubierto en ellos descubrimos “la ternura y el amor de Dios, en cada saludo de bienvenida y en cada abrazo, en cada beso y sonrisa, en cada gesto de tocarse el corazón expresión de amistad y vínculo establecido. En este campo de trabajo hemos ido de la mano del Dios de la vida a la playa, a jugar al fútbol, a jugar al dominó, al «Memory», a hacer pulsera o collares…”

Ayer regresaron de Marruecos y Luis Mari resalta que pueden decir “que Dios habla nuestro idioma, el más primitivo que permite comunicarnos a todas las personas de cualquier raza y religión, el idioma de la acogida, el servicio, el intercambio, el AMOR. Este Dios nos ha achuchado, nos ha tocado el pelo, nos ha dado la mano, ha esperado nuestra compañía y eso nos ha dado gozo, paz, felicidad”.

Esta experiencia de encuentro con el Dios de Jesús, en la vida de estos chicos y chicas marroquíes, en el encuentro con las personas que trabajan con ellas durante todo el año, en la relación mantenida con los hermanos franciscanos de la Cruz Blanco y con los hermanos Trinitarios y con las hijas de la Caridad y con esa pequeña comunidad de la parroquia de San José les ha dejado “una huella y un poso de agradecimiento enorme y esperamos que dure mucho tiempo y consiga ser un buen faro para guiar nuestra vida cotidiana. Ahora toca seguir rumiando la experiencia y seguir dejando que este Dios amigo siga trabajándonos ayudándonos a concretar todo lo vivido en actitudes, acciones concretas en el día a día”.