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01.03.2012

Mensaje del Obispo para la Cuaresma

Monseñor Iceta dedica, en esta ocasión, su carta mensual al tiempo de Cuaresma en que nos encontramos y pide que “Hagamos silencio interior y busquemos espacios diarios para la lectura de la Palabra de Dios”.

Reproducimos, a continuación íntegramente el texto de su mensaje:
Un nuevo tiempo de gracia que el Señor nos ofrece para renovar desde dentro nuestra vida cristiana. “Renuévame por dentro”, oramos al Señor con el salmo 50. Qué necesitados estamos de esta renovación interior, de renovar nuestra vocación que no es otra sino ser santos ante Él por el amor (Ef 1, 4). Las heridas de la vida, las múltiples ocupaciones que tantas veces nos descentran y desgastan, hacen que nuestra existencia necesite de momentos de profunda renovación y de reemprender el camino del seguimiento de Jesús con fuerzas renovadas. El Espíritu Santo es el autor de la renovación interior: “renuévame con espíritu firme”. Esta afirmación nos evoca al don del Espíritu y el vigor de su acción en la profundidad de nuestro ser.
Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, nos dice el Evangelio. La llamada a iniciar el tiempo de Cuaresma es también una inspiración del Espíritu. Él nos invita, como a Jesús, a penetrar en el desierto, lugar de escucha de la Palabra y de encuentro con Dios. Es el mismo desierto por el que caminó el pueblo de Israel, guiado por Dios, hacia la tierra prometida. El mismo desierto que acoge a Jesús después del Bautismo. El tiempo de Cuaresma tiene estas dimensiones de éxodo y de camino bautismal. Es el sacramento de los cuarenta días del Señor en el desierto, de los cuarenta días del diluvio purificador, de los cuarenta años del pueblo hebreo en la travesía desde el mar Rojo hasta la tierra prometida. Dejémonos guiar e inspirar por el Espíritu. No tengamos miedo a penetrar en este desierto, acrecentando estos días cuaresmales la oración, la escucha atenta a la Palabra de Dios, las obras de misericordia para con nuestros hermanos, particularmente los más desfavorecidos, y la penitencia y abstinencia de tantas cosas que nos dañan y nos alejan de Dios y de los hermanos.
Lectura de la Palabra de Dios
Hagamos silencio interior y busquemos espacios diarios para la lectura de la Palabra de Dios. Las lecturas que nos ofrece la Liturgia de la Eucaristía en este tiempo es especialmente rica y sugestiva, magnífico manantial donde podemos beber las aguas cristalinas y vivificantes de la Sagrada Escritura. Hagamos oración con esta Palabra, que meditada en el corazón, vaya transformando nuestra vida desde dentro, haciéndonos semejantes al Señor. El Espíritu Santo es Quien ha inspirado la Palabra revelada y es, por tanto, el maestro que nos enseña en la meditación y contemplación de los misterios de Dios contenidos en la Escritura Santa. La renovación interior necesita de esta meditación asidua y pausada de la Palabra para hacerla vida y motor de nuestra existencia.
La penitencia
La penitencia, concretamente el ayuno, es otro recurso que la tradición cristiana nos ofrece para vivir este tiempo cuaresmal. ¡De cuántas cosas, que nos hacen daño, tenemos necesidad de ayunar! Juicios interiores, maledicencias, malos pensamientos, faltas de caridad, dificultades para perdonar, hábitos adquiridos que nos esclavizan… Pidamos la luz del Espíritu para descubrir las pequeñas o grandes esclavitudes que nos impiden vivir con determinación y alegría nuestra vocación cristiana. Que el mismo Espíritu fortalezca nuestra voluntad para apartarnos con decisión de ellas de modo que seamos capaces de recomenzar el camino del seguimiento del Señor con el corazón libre, entregados al servicio de Dios y de los hermanos. Ello será fuente de alegría y esperanza que nos conducirá al encuentro con Cristo en el Misterio de la Pascua que celebraremos en Semana Santa.
Caridad, corazón de la vida cristiana
La limosna es el tercer recurso que la Escritura y la experiencia cristiana nos ofrece para vivir con profundidad este tiempo de gracia. La limosna libera el corazón de las ataduras de las cosas y nos concede la libertad de los hijos de Dios: “Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios”. La preocupación por nuestras cosas, unida a la despreocupación por las necesidades ajenas, terminan por encerrarnos en nosotros mismos apagando la vocación fundamental que es el amor, manifestado en la entrega y el servicio. “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20, 35), nos dice la Escritura. Es sorprendente comprobar la veracidad de esta afirmación. El atender las necesidades de los demás, la vivencia del compartir y de la generosidad, ensanchan el corazón y lo llenan de gozo y de paz. En el mensaje de Cuaresma que el Santo Padre nos ha dirigido, nos habla de la caridad como corazón de la vida cristiana que se concretan en la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal. Seamos generosos con tantos hermanos nuestros que están pasando con gran dificultad estos tiempos recios de crisis.
El tiempo de Cuaresma, tiempo de caminar en el desierto, tiempo bautismal, nos conduce hacia la tierra prometida del Misterio Pascual, que celebraremos en la Semana Santa. Aprovechemos este tiempo de conversión. Pidamos al Señor: “renuévame por dentro con espíritu firme” para vivir la aventura de la santidad a la que me has llamado Y pongámonos manos a la obra impulsados por su gracia. La santidad no es otra cosa sino la plenitud de nuestra humanidad transformada por el amor. El Espíritu nos guiará y hará maravillas en nuestra vida si le dejamos obrar en la profundidad de nuestro ser y vamos siendo transformados a imagen del Señor. Que María nos acompañe en esta travesía cuaresmal. De su mano todo es más fácil, cálido y hermoso. A Ella nos acogemos. Con afecto.
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao