Al regreso del viaje, Juan Carlos González Olea, de la cofradía, expresa que “ha sido toda una experiencia de vida. Ha sido, el viaje de nuestra vida”. Los peregrinos y peregrinas junto con el padre franciscano Carlos Palacios, que ha hecho de guía durante todo el recorrido han tomado parte en una peregrinación “auténtica, sentida y vivida”, resalta. En Caná, 4 parejas renovaron su compromiso matrimonial; en Nazaret visitaron la basílica de la Anunciación y celebraron la misa en la iglesia de la Sagrada Familia “fue –explica González Olea- un acto emotivo, sentido y participativo”. También visitaron el santuario Estella Maris y monte Carmelo, donde recordaron al profeta Elías. Otra jornada se trasladaron al monte de las Bienaventuranzas, pasearon por Cafarnaúm, la ciudad de Jesús, y dieron un paseo en barco por el mar de Galilea. Allí, -resalta- “adquirimos el compromiso de echar las redes en nuestros hermanos enfermos, que sufren, que se encuentran solos y abandonados”.
La visita al Monte Tabor y a Belén donde mantuvieron un encuentro con el franciscano Padre Artemio, que lleva en Tierra Santa desde hace 48 años, fueron algunos de los momentos más emotivos del viaje, así como la visita a la Basílica de la Natividad y la participación en la procesión “para terminar cantando Adestes Fideles en el lugar del nacimiento de Jesús”. También visitaron los santuarios de la Visitación y San Juan Bautista antes de llegar a Jerusalén. Después de visitar el río Jordán, Jericó y la experiencia de un baño en el Mar Muerto, celebraron la misa en Betania.
Otra de las jornadas, encaminaron sus pasos hacia el Monte de los olivos y la capilla del Pater Noster para llegar al Dominus Flevit. De ahí, a la iglesia de la Naciones y visita a la tumba de María. Además, visitaron la capilla de San Pedro in Galliantum y el Cenáculo. Allí Luis Alberto Loyo realizó nuevamente las promesas del sacerdocio.
Vivir el auténtico Evangelio
Estos han sido sólo algunos de los pasos del recorrido del grupo, “pero la peregrinación no acaba aquí –concluye González Olea- debemos poner en práctica lo que hemos aprendido y caminar con nuestros familiares, amigos y cofrades. Tenemos la obligación de enseñarles que en Tierra Santa nos hemos comprometido a vivir la fe y compartirla como Jesús lo hizo. Han sido días intensos, de caminar por los mismos lugares que el Maestro. Hemos tenido la inmensa fortuna de preparar la Semana Santa del año 2018 en los lugares en los que ocurrieron los hechos que dan sentido a nuestra vida. Hemos vivido el auténtico evangelio. Estos días los hemos vivido como auténticos hermanos, compartiendo vivencia y experiencias. Somos unos privilegiados. Todos hemos hecho posible que estas jornadas sean imborrables”.
