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19.08.2011

“Mi aportación no es más que una gota en el océano”

Gema Larrazabal es de Maruri-Jatabe, trabaja en una oficina de seguros y tiene 37 años. Este verano ha realizado su cuarto viaje al Congo. El tiempo que comparte con sus “amigas y amigos del Sur” es el mes de vacaciones. Este año, sus obligaciones como concejala del municipio, le han impedido cumplir el tiempo de estancia, aunque ha aportado su “granito de arena” porque para ella, “otro mundo es posible”.

¿Por qué al Congo? 
Cuando voy al Congo me suelo alojar en casa del sacerdote Xabier Goikouria. Fue ordenado en 1963 y lleva más de 40 años de Misionero en el RD del Congo (antes Zaire), concretamente en la parroquia de S. José del Barrio de Panda de la ciudad de Likasi.
No quisiera centrar la entrevista en mi persona o en lo que hago yo en el Congo. Eso es lo menos importante. Digamos que mi aportación no es más que una gota en el océano, pero como dice Xabier, es a través de las gotas como podremos apagar el fuego de sus angustias.
¿ Ha cambiado la situación desde tu último viaje?
Desde la última vez que estuve en el 2009, hasta este último viaje, parece que las cosas van avanzando, aunque muy poquito a poco. Las mejoras las he encontrado sobre todo en las infraestructuras.¿Por qué? porque los que ahora expolian sus minerales, con el visto bueno del gobierno de la nación por supuesto, lo hacen  en menor cuantía.
 ¿Cuál es la raíz fundamental del conflicto?
Hay cosas de las que apenas se habla. Un ejemplo es el Coltán. La explotación de este material gris, fundamentalmente en el Congo, se encuentra ligada a graves conflictos bélicos y a la destrucción de valiosos ecosistemas, así como a algo que va más allá de la explotación laboral: la muerte de miles de personas.
 ¿Cuáles son las necesidades primordiales de la población?
He aquí algunas pinceladas sobre el Congo:
Los caminos de tierra se vuelven intransitables en la época de lluvias. En algunos lugares faltan los puentes, que se ha llevado el agua y no han sido reparados. El Gobierno apenas paga a los maestros. Los padres se hacen cargo de sus salarios pero se sienten incapaces de pagar a todos los maestros, lo cual les obliga a mandar a la escuela sólo a quienes les parecen más inteligentes.Los hospitales cuentan todavía con sus camas, pero faltan las sábanas e incluso los colchones, que son suplidos por cartones…
 Gema nos deja con el pensamiento de que «en un barco no podemos relegar a muchos al sótano, mientras otros se quedan en cubierta, al final, el barco se hundirá».