Javier Ciruelo nació en Bilbao, el 17 de octubre de 1962. Fue ordenado presbítero el 20 de marzo de 1993, en Cuenca, Diócesis en la que realizó parte de su labor pastoral, hasta que regresó a Bilbao, para poder cuidar a sus padres, a final de los años noventa.
Ya en nuestra Diócesis, fue nombrado párroco de Olabeaga y también ejerció como capellán de la Cruz Roja y del hospital de Basurto, pero un problema grave de salud impidió que pudiera seguir haciéndolo.
Comprometido socialmente
Miguel Ángel Castillo, un buen amigo de Javier le define como «un sacerdote convencido» con las ideas muy claras sobre el servicio. «Un hombre muy comprometido socialmente con las personas y con una gran capacidad de organización para gestionar las parroquias en las que estuvo. Capaz de trabajar, de hacer equipo y poner las cosas en marcha». Recuerda que, en muchos momentos, ayudó a personas inmigrantes o con algún tipo de desarraigo.
Miguel Ángel destaca que Javier era muy constante en sus responsabilidades «Podía olvidar más su casa y su persona que cualquier responsabilidad adquirida».
Ciruelo estuvo especialmente implicado en el área de la salud, a través de las capellanías de las que se ocupó. Después, durante muchos años le tocó ser atendido a él como paciente, debido a sus problemas de salud.
«Muy amigo de sus amigos y exigente en las relaciones y en las formas. Una persona muy preparada, con mucha cultura, al que le gustaba leer. Apasionado de la historia y, sobre todo, muy querido hijo de su madre Ascensión y de la Amatxu de Begoña».
Muy litúrgico. «Sus celebraciones eran ‘absolutamente dignas’. Fue amante de la preparación de la liturgia. También ayudó mucho en Cáritas Olabeaga ‘la hizo más grande’”.
Durante varios años, Javier vivió en la residencia sacerdotal de San Vicente junto a su madre Ascen, fallecida recientemente y a la que siempre estuvo muy unido.
QEPD