Enrique Abian, nació el 20 de enero de 1933 en Bilbao y fue ordenado presbítero el 28 de julio de 1957, en la parroquia de San Antón, de Bilbao.
Su primer destino pastoral estuvo en Beci, como ecónomo y, después fue nombrado coadjutor de Santa María de Uribarri en Durango. Desde 1965 realizó su tarea pastoral en diferentes parroquias de Bilbao: 1965-1987, coadjutor en San Francisco Javier; 1987-1990, moderador del equipo presbiteral del sector Abando; 1990-2002, responsable del Corpus Cristi y San Francisco Javier y entre 1993 y 1995, moderador también de Ntra. Sra. de los Reyes y San Fernando. De 2002 hasta su jubilación, en 2008, vicario parroquial de Nuestra Señora del Pilar.
Además, en el periodo comprendido entre 1980 y 2002, fue delegado del Sector Abando-Albia y, entre 1996 y 2001, miembro del Consejo Presbiteral.
Bondad, paciencia y discreción
Para Ana Zugaza, laica, teóloga y buena amiga y colaboradora de Enrique Abian hasta el final «Hoy es un día para dar gracias a Dios por la suerte de haber tenido a Enrique entre nosotros. Su inmensa bondad, su paciencia infinita, su discreción y su gran sentido del humor, han sido notas que le han caracterizado. Siempre alegre y contento. Siempre animando e ilusionando. Entusiasmado con su vocación de cura. Enrique, ante cualquier tarea, se empeñaba, promovía, impulsaba, pero sobre todo implicaba a la gente y luego, se retiraba. El protagonismo nunca era suyo, los importantes siempre eran los demás. Se ha ido y nos hecho herederos de su sabiduría, de su ejemplo, de su testimonio. Hombre bueno, hombre de Dios».
Ana Zugaza destaca que Enrique Abian fue un gran impulsor de vocaciones, laicales y del presbiterio. El propio Enrique solía decir que él había traído algunas vocaciones a la Diócesis, como la de Angel Mari Unzueta o la de la propia Ana Zugaza y Roberto Jauregibeitia, entre otros. Ellos se han considerado siempre “sus discípulos”.
Varias personas con las que hemos hablado insisten en señalar que fue un gran cura, y que fue la parroquia de San Francisco Javier el destino que más le marcó, “donde desarrolló una gran labor pastoral y también donde dejó una gran huella”.
Y junto a su trabajo en San Francisco Javier fue el impulsor del sector Abando Albia.
Positivo
Su compañero presbítero Ángel Unanue dice que Enrique Abian fue un hombre positivo. “Siempre que me encontraba charlaba con él, sobre todo, después de una celebración que él seguía desde el banco de la iglesia como un cura ya jubilado. Sus palabras eran de felicitación: ¡qué bien lo hacéis! Se dejaba sorprender por lo que veía en los demás, en sus compañeros”.
Unanue destaca que siempre le vio trabajando con los demás en las parroquias donde estuvo “alabando y necesitando del carisma de los demás. Y en una línea más personal: ha necesitado de la compañía de la mujer. Últimamente, nunca caminaba sólo, iba acompañado no solo por necesidad física sino también por convencimiento de que las mujeres tienen que tener su puesto relevante en la comunidad cristiana…”
Mi querido D. Enrique
Eduardo Espino, capellán del cementerio de Derio también fue buen amigo suyo “conocí a D. Enrique cuando era párroco de San Francisco Javier y delegado de sector. Años más tarde paso a ser párroco del Corpus Christi y se puso en contacto conmigo para apoyarlo en las tareas de secretaría parroquial y sacristanía. De él percibí el lema sacerdotal de Vitoria: ‘sólo sacerdote, siempre sacerdote, en todo sacerdote’. Fue un hombre bueno, lleno de caridad en el trato, con alma de poeta y muy tímido. Eso le hacía parecer distante, pero ganaba con creces en la cercanía. Hombre de oración y amante del culto digno”.
Salmo 62
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, / mi alma está sedienta de ti; / mi carne tiene ansia de ti, / como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario / viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida, / te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré / y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca, / y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti / y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene
¡QEPD!