Atravesada la localidad de Bolibar, el camino conduce hacia el monasterio de Zenarruza a través de una calzada medieval en la que todavía subsisten algunas cruces del Viacrucis cuyas tres últimas estaciones están ya a las puertas del monasterio. Lamentablemente muchas de las cruces se han perdido por completo y de otras únicamente se intuye algún vestigio. «Sin embargo, la fe del pueblo que un día las erigió se mantiene fuerte e inquebrantable y cada año, el día de Viernes Santo, se sigue recorriendo este particular y hermoso Camino de la Cruz».
Una experiencia de Dios en el Camino
El autor de estos recorridos, Roberto Gonzalez Zurdo, destaca que éste es uno de los lugares especiales que el Camino regala al peregrino. “Cuando llegada la noche, y con la iglesia totalmente a oscuras, una luz ilumina a la Virgen de Ziortza y los monjes se sitúan delante de ella para entonan la Salve, se olvida el cansancio, el dolor de rodillas y las ampollas, el corazón se inflama, los ojos se humedecen y el alma se eleva al Señor. A la mañana, cuando el caminante reemprenda la ruta, lo acompañarán los versos del Benedictus entonado en el oficio de Laudes”.