¿Cuál ha sido la mayor dificultad en la realización del documental?
Probablemente la de resumir cerca de treinta horas de grabación y reducirlo a 70 minutos. Ha sido, por otra parte, reducir 10 años de la vida del Seminario a ese metraje y por eso el riesgo de simplificar una experiencia tan amplia y con tantos matices era algo que nos preocupaba. Sea como fuere, la elección de los temas y su tratamiento responde a mi propia experiencia personal, tras mis vivencias durante 9 años allí. Esto no tiene necesariamente que coincidir con la de otros. Por eso a nivel temático se «apuntan» temas fundamentales que, sin duda completará cada cual con su respectiva experiencia. En otro sentido, el trabajo técnico ha sido muy complejo, porque ensamblar ese «puzzle» y adecuarlo a la gran pantalla, es algo que sólo un buen profesional puede hacer.
¿Qué valor tiene en la actualidad este trabajo después de 60 años de la experiencia?
En principio, el conocimiento del pasado, nos tiene que servir de lección, para, al menos, no cometer los mismos errores. Por eso, por encima de la lección de historia que aporta el documental, creo que nos muestra, las dos tendencias básicas dentro de la Iglesia: la más tradicional y desencarnada de las «realidades temporales», a la más progresista, que pone especialmente su acento en el servicio a los más pobres, como más fiel al mensaje de Jesús de Nazaret.