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19.10.2011

Historia de la anteiglesia de Derio, en las Jornadas Europeas de Patrimonio

El director del Museo Diocesano-Eleiz Museoa, Juan Manuel González Cembellín impartirá hoy, a partir de las siete de la tarde, una conferencia en Kultur Birika de Derio, dentro de las Jornadas Europeas del Patrimonio que se están desarrollando durante este mes de octubre a lo largo de todo el territorio de Bizkaia.

Juan Manuel González Cembellín ofrecerá hoy una charla sobre la historia de Derio, municipio que se convirtió en una anteiglesia con derecho a asiento en las Juntas de Gernika en el siglo XVIII. El propio ponente, adelanta parte de su exposición de esta tarde exponiendo que la Ilustración promovió un interés por mejorar la administración. «Hasta entonces los ayuntamientos, muy rudimentarios, se limitaban a gestionar el día a día: cuando surgía un problema, lo resolvían como buenamente podían –lo que casi siempre significaba recaudar dinero entre los vecinos–.” Pero la Ilustración pretendía ir más allá. –añade- No se trataba de arreglar imprevistos con apaños improvisados. Ante todo había que facilitar la vida del vecindario, elevar su calidad de vida, alcanzar aquello tan deseado por los ilustrados que era “lograr el progreso de las naciones”.
“Para ello, -explica Cembellín- entre mediados del siglo XVIII y principios del XIX se mejoraron los servicios en casi todas las anteiglesias vizcaínas: médico, maestro, secretario (signo de que la administración se iba burocratizando), y también escuelas, fuentes-lavaderos, tiendas municipales (panaderías, pescaderías, carnicerías, tabernas)…”
En Derio a mediados del XVIII se renovó íntegramente la iglesia. Esto tuvo mucho de simbólico. La anteiglesia había conseguido el reconocimiento por las Juntas Generales medio siglo antes, pero carecía de ningún edificio representativo digno: el templo de entonces debía ser poco más que una ermita, que además estaba en manos de un patrón foráneo y poco apreciado, el señor de Zamudio. Los deriotarras optaron entonces por reconstruir su iglesia por sí mismos, sin ayuda del patrón. El resultado fue el actual templo de San Cristóbal, modesto desde nuestra perspectiva actual, pero un gigantesco logro para los vecinos de entonces: era el centro, material y simbólico, de su municipio, de su comunidad –en un tiempo en el que lo religioso y lo civil iban de la mano, y en el que la anteiglesia actuaba como si fuera de hecho titular del edificio parroquial–.