Preparando el campo de trabajo de verano, en Al-hoceima, Marruecos

El campo de trabajo en Al-hoceima, Marruecos, es una iniciativa que nuestra diócesis puso en marcha el curso pasado para promover experiencias de encuentro con el Dios de Jesús en el mundo de la exclusión y ofrecerlo a los jóvenes de nuestras comunidades cristianas.
“Empujados por la convicción de que conviviendo con este pueblo y sus gentes, de una manera especial con las personas más frágiles y vulnerables nos hace mejores personas, viajamos a Tánger”, explica Chukirawa. Allí fueron acogidos por la comunidad franciscana que puso a su disposición los recursos necesarios para facilitarles el viaje a Al-hoceima “donde nos esperaba el hermano Secundino, también franciscano, quien nos acompañó durante estos días a las distintas organizaciones que queríamos visitar, para formalizar nuestro  deseo de cooperación con las distintas realidades y poner en marcha del Campo de Trabajo del próximo mes de julio”.
Centro psiquiátrico
Está en un pueblecito, llamado Inzourem, a 22 kilómetros de Al-hoceima. Hay actualmente 60 enfermos psíquicos profundos. Hay también unas 15 mujeres. “La dirección nos acogió con cariño facilitándonos recursos, medios, para que nuestros jóvenes desarrollen diferentes actividades con el fin de crear un ambiente favorable entre ellos”. Los jóvenes que estuvieron el año pasado, en dicho psiquiátrico, quedaron impresionados por la acogida y el cariño de los pacientes.
Jardin D´ENFANTS
Situado también,  en el mismo pueblo de Inzourem. Es un centro de niños y  niñas abandonados con el fin de acogerlos, educarlos, formarlos para una integración plena en la sociedad. Están repartidos en grupos que denominan familias, con una madre que les acompaña desde que entran hasta que salen.
AZIR
Tuvieron la oportunidad de contactar con AZIR, ONGD local para la protección del medio ambiente.
Nador
Ciudad que está a 250 Km de Al-hoceima y “separada de Melilla por la valla de la vergüenza”. Les acogió un franciscano y un jesuita, junto con las hermanas Esclavas de la Inmaculada Niña, quienes les mostraron la obra social que llevan a cabo: comedor para niños y niñas de la calle, el centro BARAKA con talleres de panadería, fontanería y costura, y la Delegación de Migraciones.
“Volvimos contentos –concluye Chukirawa- por vivir ‘mucho’ en una semana y poder dejar ‘atado’ todo aquello que creemos necesario para esa experiencia de acercamiento a una realidad del Sur en un ámbito de exclusión para reconocer a Dios en el rostro de los últimos”.