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23.12.2009

El Obispo presidirá las celebraciones de Navidad y la Familia

Mañana día 25, solemnidad de la Natividad del Señor, mons. Blázquez presidirá en la Catedral de Santiago, a las 12 del mediodía, una misa pontifical en la que impartirá la bendición apostólica. Igualmente, presidirá la Misa por la Familia, el próximo domingo 27, a la misma hora, también en la Catedral. Los Obispos de Bilbao. Mons. Ricardo Blázquez y su auxiliar, Mons. Mario Iceta han elaborado para esta Navidad el siguiente mensaje que a continuación reproducimos íntegramente.

Queridos hermanos y hermanas
1. “Os traigo una buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo; hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor”. (Lc 2, 11). Un año más, queremos celebrar juntos la buena noticia, el nacimiento de Jesús, que es la esperanza cierta y definitiva, la alegría para toda la humanidad. El mismo evangelista San Lucas, relata cómo un ángel anuncia a los pastores: “Encontraréis a un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre” (Lc 2, 12). En esta Navidad os invitamos a salir al encuentro de este Niño. No lo encontraréis en signos espectaculares y grandiosos. Lo encontraréis en la sencillez y en la humildad, “envuelto en pañales, reclinado en el pesebre”.
2. Estas palabras del ángel nos invitan a vivir la Navidad en su verdad más profunda. Jesús nacido en Belén es su verdadero protagonista. Evitemos que el consumismo, el derroche desmedido, el individualismo o la falta de preocupación por los necesitados nos hagan perder el verdadero sentido de estas fiestas. Celebremos el Nacimiento del Señor ante todo, con profunda alegría, en espíritu de oración y de acogida agradecida al Dios que se encarna, evitando los excesos que desdigan del espíritu propio del portal de Belén.
3. Queremos poner a la Sagrada familia como modelo de nuestra celebración navideña. María y José acogen con profundo agradecimiento la Palabra que se ha hecho carne. Demos gracias a Dios por el don de nuestras familias y aprovechemos estos días para orar en familia, disfrutar del hogar, de la gratuidad, del tiempo y de la vida compartidos. La Navidad es un tiempo propicio para que la familia crezca como comunidad de amor y se asemeje cada vez más a la Familia de Nazaret.
4. Pero la función de la familia no termina en sí misma, ya que no sólo “recibe” el amor de Cristo, convirtiéndose en comunidad “salvada”, sino que está también llamada a “transmitir” a los hermanos el mismo amor de Cristo, haciéndose así comunidad “salvadora”. (cfr. Juan Pablo II, Familiaris consortio, 49). En estos tiempos en que la crisis continúa golpeando duramente a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, no dejemos solos a quienes viven en la pobreza o la marginación. Que cada familia reflexione y decida el modo en que pueda compartir sus bienes y su mesa con otras familias u otras personas que pasan necesidad. De este modo seremos verdaderamente expresión de la gran familia humana que acoge un nuevo estilo de vida que el Señor ha inaugurado con su nacimiento. No permitamos que ninguna familia deje de percibir el amor y el cariño que el Niño Dios ha venido a prender en el mundo. Que ningún niño, en la ilusión, esperanza e inocencia de su condición, experimente la dureza del corazón del hombre, generadora de hambre, injusticia y muerte.
5. María dio al luz a su Hijo primogénito, “lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada” (Lc 2, 7). Seamos sensibles ante aquellas personas inmigrantes que vivirán estas fiestas en la nostalgia de la separación de sus seres queridos. “Se trata de personas, para nosotros hermanos, que un día vinieron invitados, contratados, o simplemente atraídos por la fascinación de un soñado paraíso. Muchos de ellos han colaborado con su trabajo y con sus servicios, en tiempos de prosperidad, a nuestro desarrollo y bienestar. Ahora, en momento de crisis, de paro y de recesión, no podemos abandonarlos a su suerte”. (cfr. CEE, Declaración ante la crisis económica, noviembre 2009, n. 2). Que ningún hermano nuestra inmigrante pueda reprocharnos que “no había lugar para ellos en nuestra posada”. Nuestro compromiso cristiano nos invita a acoger y acompañar a estos hermanos nuestros, y a exigir un trato humano y respetuoso con ellos, en cuanto que “la recién aprobada Ley de Extranjería restringe derechos que afectan decisivamente a su dignidad como personas” (cfr. CEE, Declaración ante la crisis económica, noviembre 2009, n. 6).
6. Recordemos, así mismo, a los que pasarán estos días de Navidad en el lecho del dolor o en los hospitales; a quienes carecen de familia, a los que están lejos de sus hogares y a los privados de libertad. El Señor ha venido a redimirnos de toda atadura y sufrimiento. Contribuyamos en la medida de nuestras posibilidades a que la estrella de Belén brille también en sus vidas y puedan experimentar nuestra cercanía y la ayuda necesaria para aliviar sus dificultades.
7. Así mismo, pedimos el don de la paz para nuestro Pueblo. La paz es un don de Dios, que nace de la verdad, la justicia, el perdón y la reconciliación. Convirtamos nuestro corazón al Niño que nace en Belén. Aprendamos de Él su humildad y mansedumbre, de modo que seamos siempre constructores y artífices de paz, como verdaderos discípulos de Jesús. Acompañemos a quienes han sufrido en su propia carne y en sus seres queridos el zarpazo del terrorismo que destruye la vida y la dignidad humana. Que en la oscuridad de su sufrimiento, con nuestra ayuda, brille de nuevo la luz de la estrella de Belén, la luz de la esperanza y el consuelo.
9. Queridos diocesanos, os deseamos una feliz y santa Navidad. Que el Niño Dios bendiga vuestras vidas y vuestros hogares. Un particular recuerdo, lleno de agradecimiento, a los sacerdotes, que celebramos con gozo este Año Santo sacerdotal. Gracias por vuestra entrega y fidelidad. Así mismo, felicitamos a nuestros hermanos y hermanas que trabajan en la misión, a los miembros de la vida consagrada y a quienes entregan su vida en el silencio de la vida contemplativa. Que durante el Año que vamos a comenzar podáis experimentar la cercanía de un Dios que ha tomado nuestra carne para ser nuestro Hermano primogénito y Salvador, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Con todo nuestro afecto.
+ Ricardo Blázquez
Obispo de Bilbao
+ Mario Iceta
Obispo Auxiliar