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20.09.2019
Ponente invitado en la inauguración del curso pastoral

Antonio Muñoz: “Tenemos que buscar siempre la autenticidad”

Hoy tendrá lugar la primera sesión del inicio del curso pastoral en el salón parroquial del El Carmen de Indautxu, de 18 a 20 horas. El ponente de la sesión inaugural es Antonio Muñoz, anterior presidente de Acción Católica. En la actualidad ejerce de profesor de matemáticas algo que “ya echaba de menos” y que le “llena”. Participa además en la parroquia de su barrio acompañando a un grupo de confirmación de adultos. A su modo de ver, el gran reto que tiene la Iglesia en la actualidad es “reestructurar nuestro quehacer pastoral en clave de misión”.

La Iglesia como servicio, el trabajo en comunión y un laicado maduro responsable y protagonista. ¿Son claves en su visión sobre la Iglesia?

Sí, son claves fundamentales para realizar el gran reto que nos toca afrontar: reestructurar nuestro quehacer pastoral en clave de misión. Tenemos que buscar siempre la autenticidad, viviendo con equilibrio todas las dimensiones de la fe, con integridad, no acomodándonos en lo que más nos gusta; me parece fundamental cultivar la clave vocacional, es decir, acostumbrarnos a preguntarnos ¿qué es lo que Dios quiere de mí? en las pequeñas decisiones que tomamos a diario que, a su vez, están enmarcadas y relacionadas con las importantes; todo para vivir abiertos a la trascendencia y darle un sentido más profundo a nuestro apostolado. Pero, sobre todo, tenemos que estar con las personas, estar atentos a sus necesidades y tratar de darles una respuesta desde el Evangelio. El «amor que se entrega» es el acto de mayor fuerza misionera.

¿Qué ha aprendido tras su paso por la presidencia de Acción Católica?

Que el Espíritu Santo es el que sostiene el devenir de la Iglesia. También me quedo con el testimonio de vida de personas de todas las edades y de todas las diócesis. Es una suerte compartir nuestra fe y tratar de hacer presente el Evangelio juntos.

¿Tiene todavía algo que decir la Iglesia en la sociedad actual? ¿Sabemos decirlo? ¿Qué nos falta y qué nos sobra?

Para mí una de las claves es cambiar el prejuicio de una Iglesia que adoctrina para mostrar una Iglesia que nos ayuda a ser más humanos, más libres… y que esa promoción humana es un bien social. Por ejemplo, una parroquia no quiere «comerte el coco con las catequesis», es mucho más que la acción social de Cáritas, es mucho más que un templo donde nos juntamos a rezar; en una parroquia nos ayudamos a crecer en integridad, generosidad, en conciencia crítica y sensibilidad… y eso es algo grande para todo el entorno. Hemos de mostrar que nuestra fe, es algo que casa con naturalidad (y normalidad) con las aspiraciones de cualquier persona. Dios nos habla a todos y nos anima a dar nuestra mejor versión.

¿Cuáles son los puntos fundamentales que quisiera transmitir en su reflexión en Bilbao?

En una sociedad tan secularizada hay que cultivar la apertura al «misterio» (sin misticismos raros, con naturalidad). Es fundamental que busquemos y comuniquemos la acción de Dios en todo lo que nos rodea, sentir que no todo depende de nosotros, sino que en la vida hay algo más. A partir de ahí, mostrar que la fe es dinámica, que no nos deja cruzados de brazos, que Dios constantemente nos llama a ser cauce de su amor, ¡cuenta con cada uno de nosotros! Y desde este movimiento vocacional tenemos que estar lo más cercanos posibles a quienes nos rodean. Es un reto dialogar con la increencia, pero tenemos una gran oportunidad dada la necesidad de construir un marco ético común en un mundo cada vez más globalizado. Por último, quisiera insistir en la importancia de vivir la comunión diocesana. Esto no quiere decir que seamos homogéneos, pero sí que hemos de anteponer la fraternidad para ir al fundamento, simplificar estructuras y dar un testimonio comunitario coherente a la sociedad. Quiero animaros a que sigáis construyendo comunidades misioneras, que no se replieguen en ser suministradoras de servicios, sino que ofrezcan más que espacios, procesos, para descubrir, compartir y transmitir nuestra fe desde las cuestiones que acontecen en nuestra vida.