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04.01.2012

Del convento de Elorrio a nuestra mesa

En el monasterio de Santa Ana, en Elorrio, comenzaron a elaborar dulces hace más de 30 años. Anteriormente se dedicaron a bordar, luego compraron unas gallinas y comenzaron a vender huevos. Al final, se decantaron por preparar pasteles. La superiora, sor Isabel de Santa Inés, ingresó en el convento hace 50 años. Entre oración y oración se dedica a la repostería. Estos días festivos está muy ocupada porque los pedidos aumentan considerablemente.

¿Cuándo y por qué comenzaron a elaborar tartas?
En marzo se cumplirán 33 años desde que tomamos la decisión de hacer pasteles. Las dominicas anteriores a nosotras se dedicaban al bordado. Cuando ingresé en el monasterio decidieron criar gallinas y vender los huevos. Finalmente, tras la subida del pienso, alguien nos propuso elaborar dulces y así comenzamos. Al principio preparábamos los chuchos tradicionales, mostachones, tarta San Marcos…Los pasteles individuales eran muy solicitados. Ciertamente, podíamos prepararlos porque entonces, trabajábamos cinco monjas en el obrador, éramos más de 30 en total. Hoy en día, soy la única que elabora tartas, y hago lo que puedo.
¿Cómo surgió la idea de elaborar la tarta Berriotxoa?
El año que canonizaron a San Balentin (1988), la comisión de fiestas nos propuso preparar un dulce especial coincidiendo con la conmemoración. Entonces se nos ocurrió realizar una variedad de la de San Marcos y hacer el bizcocho con crema de limón y nata montada. La tarta Berriotxoa no es tan empalagosa como la de San Marcos, aunque la que mejor se vende sigue siendo ésta.
¿Tienen muchos pedidos?
Se nota la crisis. Hace unos años nos solicitaban tartas diariamente. Hoy en día los pedidos son para los domingos o los festivos. En realidad, no nos importa  porque no podríamos dar abasto. En estas fechas nos suelen solicitar también el roscón de reyes pero no lo solemos elaborar. Nos dedicamos a las tartas tradicionales.
¿Ha cambiado mucho la vida en el monasterio?
Cuando entré, hace 50 años, tenía 19. Yo fui la trigésimo primera monja. Hoy en día, en el monasterio de Santa Ana,  vivimos cinco profesas y otras tres jóvenes que han venido de Kenia. Disponemos de lo necesario para vivir. Tenemos que trabajar mucho pero nos arreglamos. Viendo la falta de vocaciones, desde la federación están organizando algunos cambios. No sabemos qué va a ocurrir pero, pienso que es importante mantener los conventos en los pueblos. Cuando Berriotxoa estuvo de monaguillo, aquí sólo había seis monjas. Más tarde se multiplicaron las vocaciones. Creo que puede ocurrir algo parecido y hace falta tener fe. Me preocupa que se ocupen de este tema desde fuera. No concibo la idea de desarraigar a las monjas en la última etapa de su vida. No mientras no lo soliciten.
Dejamos a Sor Inés preparando un pastel de moca. Tiene las piernas cansadas de permanecer tanto tiempo de pie pero no le importa, mañana irá al masajista y “se arregla”. Explica que si volviera a tener 19 años volvería a entrar al convento, porque allí es completamente feliz.