El Camino del Norte nunca fue una de las rutas más frecuentadas principalmente por su menor infraestructura respecto al Camino Francés y también por su intrincada orografía. Sin embargo, hoy en día, es justo ese su mayor atractivo. Esta ruta está plagada de montes, bosques frondosos y húmedos, verdes valles, caudalosos ríos, arroyos y cumbres, un paisaje que verdaderamente sobrecoge al peregrino, lo invita al recogimiento, a la experiencia de Dios e indefectiblemente lo transforma.
El caminante llega a Bizkaia a través de Markina, donde se fascinará con la enigmática ermita de San Miguel de Arretxinaga, con sus tres grandes rocas que guardan equilibrio entre sí, así como con el convento de los Padres Carmelitas.
Desde aquí, sus pasos le llevarán a subir hasta el monasterio cisterciense de Zenarruza, a través de una calzada medieval salpicada con las estaciones del Vía Crucis.
Tras abandonar Munitibar y su ermita de Santiago, se accede a la histórica villa de Gernika, con su iglesia de Santa María y convento de Santa Clara, ambos del siglo XV.
Se puede decir que Bilbao tiene una profunda tradición peregrina, no en vano, su catedral está dedicada justamente al Señor Santiago. Al llegar a la villa, es la amatxu de Begoña, madre de los bizkainos, la que abre sus brazos y recibe al peregrino. A partir de aquí, se atraviesan las poblaciones de Cruces, Sestao y Portugalete, con su majestuosa basílica de Santa María, levantada en 1322, llegando, a través de Gallarta, al barrio de Pobeña, en Muskiz, donde el peregrino podrá arrodillarse por última vez en Bizkaia ante nuestro Señor en la iglesia de San Nicolás de Bari.