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12.08.2016

“El pueblo coreano quiere paz”

Han transcurrido 36 desde que el franciscano, natural de Gernika, comenzó a atender a las personas enfermas de lepra en un poblado ubicado a 280 km. de Corea del Sur. Actualmente hay unas 130 personas en el centro, pero cuando llegó eran alrededor de 600. “Calcula a cuánta gente he enterrado”, señala este fraile poco interesado en la política, pero muy preocupado por la paz. Es una persona célebre en el país donde ha recibido varios homenajes a cargo de las autoridades y los medios.

¿Cómo es la vida en Seongsinwon?
Ha cambiado mucho desde que llegué. Por suerte ahora no hay casos nuevos de lepra, pero aún hoy nos llegan personas mayores enfermas, desde algunos poblados aislados. Son personas que en su día fueron rechazadas por la sociedad y se han ido quedando solas. A pesar de que el bacilo está muerto, siguen siendo los últimos. Probablemente, dentro de diez años no tengamos que atender a nadie, pero de momento, son más de cien y la mayor parte de ellos, muy mayores.

¿Cuáles son las noticias que les llegan de Corea del Norte?
Nos cortan las emisiones de allí. Directamente no se pueden coger ni las ondas de radio, ni de televisión. En la televisión principal emiten un resumen de cinco minutos en los que recogen algunas de las noticias recogidas de la televisión de Corea del Norte. La lengua es la misma, pero la forma de hablar es diferente. El pueblo coreano quiere comunión y paz.

¿Y la Iglesia está preparada para el cambio?
En Corea del Sur hay muchas vocaciones y la Iglesia se prepara para el día en el que se abran las puertas y se pueda entrar a Evangelizar. Pero quién sabe cuándo llegará ese día.

La última vez que le entrevistamos tenía una barba poblada muy característica ¿Se la ha afeitado por alguna razón especial?
Sí -afirma riéndose-, porque sino mi hermano no me dejaba entrar en casa. Mis sobrinas han estado esperando a que llegara para bautizar a sus hijas y me dijo: ¡Nada de barbas! Me la dejaré para cuando regrese a Corea, en noviembre, porque allí no me reconocen sin ella.

Luis María Uribe