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Bizkeliza 5 Portada 5 «El trabajo constante a favor de la paz es un elemento irrenunciable del cristiano»
16.08.2010

«El trabajo constante a favor de la paz es un elemento irrenunciable del cristiano»

Estas palabras fueron pronunciadas ayer, día 15 de agosto, por el obispo Administrador Apostólico, monseñor Mario Iceta, que presidió la Misa Mayor, en la solemnidad de la Virgen María. Como cada año, la Basílica de Begoña permaneció abarrotada durante toda la jornada. Las puertas del templo estuvieron abiertas toda la noche anterior. Ha sido el primer año que la Basílica ha estado disponible para los fieles desde las seis de la tarde del sábado hasta la noche de ayer. Y la iniciativa ha resultado «un éxito», según los responsables de la organización, que esperan poder repetir en los próximos años. «Calculamos que unos 80.000 fieles han asistido a las 16 misas que se han celebrado», avanzaba María Jesús Fernández, vicepresidenta segunda de la Cofradía de Begoña. Se estima que alrededor de 120.000 personas se han acercado hasta el templo a lo largo del fin de semana. Publicamos, a continuación, el texto íntegro de la homilía de monseñor Iceta.

Queridos hermanos y hermanas

1. Celebramos hoy con gozo la Asunción de la Virgen María a los cielos. En 1950, el Papa Pío XII definió solemnemente este dogma con las siguientes palabras: “por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma de revelación divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste.” (Constitución Apostólica Munificentissimus Deus).La Asunción de la Virgen anticipa y profetiza en su propia carne el destino para el que todo hombre y mujer han sido creados: la plenitud de la vida y salvación, acogida para siempre en el amor de Dios por medio de la participación en la muerte y resurrección de Jesucristo.

2. Esta experiencia de fe se ofrece a los hombres y mujeres de nuestros días como un don capaz de iluminar toda la existencia y llenarnos de esperanza. Frente a una humanidad que ha alcanzado extraordinarios progresos en los campos de la ciencia y la técnica, asistimos paradójicamente a un debilitamiento de su dimensión espiritual. Efectivamente, el hombre contemporáneo se encuentra como fragmentado y desorientado. No le resulta fácil encontrar una respuesta adecuada y definitiva a los interrogantes más profundos de la vida, a los deseos fundamentales del corazón. Por eso, más que nunca necesitamos volver a lo esencial, abrirnos plenamente a la realidad que nos interpela y a Dios que nos ama y nos revela el sentido último de nuestra existencia. Abrirnos, como María, a Dios que viene a nuestro encuentro en todos los acontecimientos de la vida. Muchos pensadores afirman que nuestra sociedad postmoderna se caracteriza por un pensamiento débil y por la propagación de múltiples ideologías. Éstas tienen la pretensión de imponer una respuesta totalizadora a los interrogantes del hombre, al margen de Dios. Poseen en general el denominador común del relativismo que producen en el hombre la extenuación del deseo, la desorientación y la clausura de la persona en sí misma, la dificultad o incluso la renuncia a conocer la verdad y el bien, la pérdida de identidad y la carencia de percibir la huella de Dios en la realidad. Por eso, el hombre necesita ser liberado de todo aquello que le oprime para vivir en la libertad de los hijos de Dios. Esa es la misión de Jesús “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungido. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (cfr. Lc 4, 18-19).Es una tarea ardua, pero necesaria y apasionante. Es precisamente la tarea que el Señor encomendó a su Iglesia: hacer presente aquí y ahora esta acción liberadora de Jesús; proclamar la oferta permanente de gracia, vida y liberación.

3. Para ello, los cristianos necesitamos renovar continuamente la tarea de proponer el mensaje de Jesucristo con formas nuevas, respondiendo a las perplejidades de la humanidad, dejándonos interpelar por los interrogantes del hombre contemporáneo, dando testimonio humilde de la acción y presencia de un Dios que, por amor, se ha encarnado. En este contexto, el pensamiento cristiano quiere profundizar en el diálogo franco y sereno con el pensamiento contemporáneo, con la cultura y con la ciencia. La fe no está reñida con la razón sino, al contrario, la ilumina y la abre a una nueva dimensión. Tanto los pensadores cristianos en las más diversas disciplinas, así como las instituciones educativas y universitarias de inspiración católica están llamados de modo singular a progresar en este diálogo y mutuo enriquecimiento.

4. En este testimonio de amor y verdad no es posible hacer dejación de la defensa de toda vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. Esta defensa constituye un pilar irrenunciable de una civilización verdadera. La propuesta cristiana acerca de la verdad sobre el hombre y la mujer no ha sido correcta ni suficientemente entendida. La belleza del amor humano, de la alianza matrimonial como camino apasionante de santidad, amor y entrega, la verdad y belleza de la sexualidad humana como lenguaje corporal del amor que lleva a plenitud la donación de los esposos y de donde brota la vida humana como don y misterio, han sido muchas veces suplantados por argumentos y concepciones que deforman su realidad profunda. Ante este testimonio del bien infinito que es la vida humana no es posible aceptar el aborto como solución a los embarazos no deseados en cuanto que elimina la vida de un ser humano inocente y no ayuda a la mujer que se encuentra sumida en angustia y dificultad. Debemos, así mismo, empeñarnos firmemente en poner fin al drama la violencia doméstica que tanto sufrimiento produce en la mujer y en los hijos y que lamentablemente desemboca tantas veces en el asesinato de mujeres por parte de sus parejas. No podemos permanecer impasibles ante la soledad y el abandono afectivo en el que viven muchos de nuestros mayores. Los cristianos estamos llamados a cargar sobre nuestros hombros todas estas injusticias y buscar el remedio oportuno que conduzca a su erradicación.

5. En estos momentos en los que tantos hermanos nuestros están sufriendo brutalmente el drama del desempleo y la pobreza, de modo más acusado los jóvenes y los inmigrantes, así como el aumento de familias en que todos sus miembros están sin trabajo, es preciso continuar ofreciendo no sólo la ayuda inmediata a las formas antiguas y nuevas de pobreza, sino también elaborar una respuesta a la crisis desde el pensamiento y compromiso cristianos. Esta crisis económica y financiera es principalmente una crisis de raíz antropológica y moral. Por eso, el pensamiento social cristiano, debe ser capaz de proponer una nueva perspectiva y ofrecer los elementos capaces de reorientar la actividad económica y financiera desde el respeto profundo a la verdad del hombre. Es necesario volver a proponer la centralidad de la persona, el valor y dignidad del trabajo, el destino universal de los bienes, la primacía de la persona frente al capital y a los medios de producción, las virtudes de la austeridad, la generosidad, el esfuerzo, la honradez, la solidaridad, la justicia, la actitud de servicio, la promoción y ayuda los más necesitados, la cooperación y la solidaridad entre los pueblos.

6. El trabajo constante a favor de la paz es otro elemento irrenunciable del cristiano. La Iglesia quiere acompañar a nuestro pueblo con el compromiso firme en la consecución de la paz. Su edificación necesita de una pedagogía propia y de una espiritualidad que radica en la propia conversión. Como afirma la Doctrina Social de la Iglesia, la paz es fruto de la verdad que ilumina las causas últimas de la generación de la violencia y los acontecimientos de nuestra realidad ante Jesucristo que es la medida y la verdad de las cosas; es fruto del rechazo y deslegitimación de toda forma de violencia y del terrorismo; es fruto del ejercicio de la justicia y de la capacidad de perdón y reconciliación; es fruto de la magnanimidad que nos compromete a todos a trabajar juntos por la paz mediante la edificación de una sociedad en la que podamos convivir en el afecto mutuo y el respeto a la pluralidad legítima de ideas y pensamiento. Hoy, ante nuestra Amatxo, oremos por la paz en nuestro pueblo.

7. La fiesta que hoy celebramos significa la victoria de la vida sobre la muerte, el triunfo del amor y del perdón sobre el odio y el rencor. Que esta fiesta llenen nuestro corazón y nuestras vidas de esperanza. El fruto del vientre de la mujer vestida de sol es Jesucristo, Señor, Maestro y Servidor de todos, que en la cruz derrotó para siempre el abismo de la soledad y de la muerte y, resucitado, vive para siempre y nos comunica su propia vida. Pedimos hoy a la Virgen María, en su advocación de Begoña, que acompañe a todos sus hijos e hijas de Bizkaia. Que nuestra Amatxo pueda ser siempre honrada ante todo con nuestro testimonio de fe, esperanza y amor y nuestro compromiso en favor de la justicia y de la paz. A Ella hoy, en esta entrañable fiesta de su Asunción a los cielos, con emoción y agradecimiento nos encomendamos. AMEN.