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22.10.2008

Esta tarde se inaugura un mural de Iñaki García Ergüin en la parroquia de san Vicente

Hoy, a las siete y media de la tarde, se inaugura oficialmente el mural titulado “Cena del Señor” que el artista bilbaíno Iñaki García Ergüin ha realizado para la parroquia de San Vicente Mártir de Abando en Bilbao, en un acto abierto para cuantos deseen acudir. El acto constará de una celebración de la Palabra con el Relato de Emaús (Lc 24, 13-35) y participará el coro de la UPV-EHU dirigido por Enrique Azurza. Corriendo la música de órgano a cargo de José Ramón Rodríguez.

El sacerdote diocesano José Luis Villacorta, comentaba el boceto de esta obra de Ergüin, ahora terminada, en las páginas de la revista “Comunicación/Alkarren Barri”, del pasado mes de abril, en un artículo titulado “El recuerdo del Espejo”, en el que comenzaba diciendo que “¿Cómo debe pintarse lo que ocurrió hace dos mil años y conservamos en nuestro corazón? Los cristianos no tenemos una fotografía de la última cena. Toda pretensión de reproducir aquel acontecimiento hasta en los más mínimos detalles es un poco tramposa, porque no nos queda otro camino que dejarnos guiar por la imaginación y la fantasía”. Continuaba su artículo refiriéndose a que “Iñaki García Ergüin entre nosotros ha abordado este mismo tema, centenares de veces realizado y tratado de formas muy distintas a lo largo del amplísimo muestrario del arte cristiano. Ha utilizado el recuerdo más que la memoria.  La referencia de lo ocurrido aquella noche proviene de la misma fuente: los evangelios; pero la personalización de ese acontecimiento se la debemos al recuerdo, porque sólo él descubre el sentido de los hechos”.
Y, también hacía referencia a que “La memoria sirve para conservar los detalles, pero el recuerdo se construye solamente con los sentimientos y con los significados. En este caso, el pintor ha descompuesto la pincelada, para comunicar el sentido de la Última Cena mediante colores, no mediante líneas. Las líneas sirven para dibujar el contorno de las cosas y vienen muy bien para comunicar la memoria de un determinado suceso. Pero no podemos hablar en nuestro siglo de “memoria”; tenemos que hablar de “recuerdo”. Por lo tanto, esta composición intenta favorecer nuestro recuerdo de la Primera Eucaristía utilizando unos medios concretos (colores), que evocan una experiencia absolutamente original. Los colores que contemplas ahora en esta composición son negros, rojos, ocres… que son alegorías de la pasión y muerte de Jesús. El color blanco, que prefigura la eucaristía, iluminada desde la silueta de Cristo, que preside desde lo alto, ocupa el eje central de la escena, dando sentido a todo el conjunto. Las manchas de color, que simbolizan a los apóstoles, están subrayando el color del drama que cada protagonista está viviendo en ese instante, en el que Jesús habla del amor, que se hace pan y vino, y de la tragedia que se avecina. Se sugiere lo fundamental de lo realizado, vivido y experimentado aquella noche. Se trata de hacer una radiografía del alma de los asistentes y del protagonista de la Última Cena”.