Javier Echavarren nació en Bilbao, el 9 de marzo de 1929. Fue ordenado presbítero en la catedral de Santiago, el 28 de junio de año 1953 y su primer destino estuvo en la parroquia de la Natividad de Ntra. Sra. de Burtzeña, como coadjutor y posteriormente como ecónomo. Tras Burtzeña, en 1966 se trasladó a la parroquia de Ntra. Sra. del Pilar, de Bilbao, que es donde pasó la mayor parte de su vida como presbítero. Ahí fue coadjutor, miembro del equipo presbiteral, responsable y vicario parroquial, hasta su jubilación. También formó parte del Consejo Pastoral Diocesano y del Consejo de Presbiterio, en distintos periodos.
Tras su jubilación siguió colaborando en El Pilar mientras pudo y los últimos años los vivió en la residencia sacerdotal de San Vicente y posteriormente en la Casa de la Misericordia.
Echavarren: Bendita sencillez
“Javier Echavarren no ha sido una persona que podría merecer una amplia biografía. Su vida fue sencilla, cordial y amable. Era una persona feliz atendiendo a las personas que se acercaban a la parroquia. Su sonrisa daba un tono cercano y amigable a su conversación y el trato dejaba siempre el recuerdo entrañable del encuentro. El orden en su trabajo pastoral no venía organizado por una obsesiva actitud, sino respondía a una forma de vida que llevaba con absoluta espontaneidad. Al final de sus días, Javier vivía como se ha manifestado siempre: viviendo el mismo día con la paz y la serenidad que siempre ha manifestado. Bendita sencillez”.
Josetxu Villacorta, presbítero
Formación de las mujeres
Mertxe Maiztegi, secretaria general del Obispado durante muchos años, recuerda a Javier con gran cariño “fue un trabajador nato, tanto en su trabajo pastoral, como en otras actividades, como con las guías de la Diócesis, que minuciosamente elaboraba cada año manualmente”. Mertxe pone en valor su dedicación e interés por la formación de las mujeres “organizaba encuentros y cursos” y por su amor a su familia “fue un hombre también muy entregado a su familia. Su familia le ha querido mucho y él simpre ha sido muy cercano a todos y cada uno. Cuidó de sus padres hasta su fallecimiento y ha mantenido siempre mucha relación con sus sobrinos y sobrinas».
Dedicado en cuerpo y alma a su feligresía
Durante varias décadas, Javier Echevarren estuvo en la parroquia de El Pilar, en Bilbao, donde le conocí y traté con cercanía. Los jóvenes de la parroquia le llamábamos cariñosamente «DJ». Fue un hombre dedicado en cuerpo y alma a su feligresía en todos los niveles (catequesis, juventud, adultos, enfermos…).
Un apasionado de los datos y detalles. Recuerdo que utilizaba su método de los «responsables de portal», y con ellas y ellos tenía información actualizada. Nadie sabía más del barrio que él…
Durante cerca de 60 años elaboró su memoria de los sacerdotes y diáconos de Bilbao, incluyendo religiosos y religiosas, con detalles actualizados de altas y bajas, cambios de destinos, etc… una verdadera enciclopedia.
Como buen bilbaino, también un gran forofo del Athletic.
Juan Manuel Seco, responsable diocesano de Inmuebles
Servicio y entrega
Me he relacionado con Javier desde hace varios años siendo vicario episcopal territorial de las vicarías III y VII de Bilbao-Basauri- Etxebarri y como compañero del Pilar dentro de la Unidad Pastoral de Autonomía Indautxu.
Quiero resaltar tres rasgos de su vida:
Primero, la gestión económica muy minuciosa y solidaria en la parroquia del Pilar. Cada fin de año me ofrecía el superávit del año de la parroquia y me insistía que lo dedicara a ayudar a las parroquias con dificultades económicas o a tareas sociales. A él le gustaba comenzar a cero el 1 de enero de cada año.
Segundo, su entrega a la parroquia del Pilar. Estuvo, también en Cruces y Burceña, pero su corazón, de forma especial, estuvo en el Pilar. Llevaba un archivo de todos los que pertenecían a la parroquia y tengo que decir que sufrió, en silencio, la nueva orientación del templo y de todo el edificio para adecuarlo, sobre todo, a la ikastola Iparragirre. Yo ya sé que sufría al ver cómo se derrumbaban el interior de su edificio, donde él había vivido y ejercido su ministerio presbiteral. Sin embargo, allí estaba él contemplando, admirando, animando a la nueva orientación y sufriendo por algo a lo que él había dedicado su vida.
Tercero. Su «servicio» a los sacerdotes diocesanos, extradiocesanos y diáconos permanentes. Sus «libritos» nos servían cada año, sobre todo ante la carencia o tardanza de la Guía Diocesana…, para enterarnos de todo el movimiento de los presbíteros: nacimiento, fecha de ordenación, cumpleaños, detallado en cada mes del año, fallecimientos y descripción, de cada Residencia Sacerdotal. ¡Seguro que vamos a echar en falta este servicio que Javier nos ofrecía y al que dedicaba tantas horas y cariño.
Estos son algunos rasgos de este buen sacerdote y compañero que ha vivido ente nosotros con cerca de los 96 años, de los cuales 72 sirvió en nuestra Diócesis como sacerdote Descanse en la Paz del Señor. Goian bego!
Ángel Unanue, presbítero