Enrique Espino nació en Bilbao el 30 de noviembre de 1952 y fue ordenado presbítero el 19 de octubre de 1979, en la iglesia de San Pedro de Basauri, donde mañana se celebrará su funeral. Su primer destino, entre 1979 y 1982 fue como coadjutor de la parroquia de El Salvador (Bilbao). En el periodo 1982-1992, encargado de Basozelai-Basauri y de 1993 a 1998, vicario parroquial de Sopela. Después regresó a Bilbao como responsable de Pastoral de Juventud en el Sector Artxandape. Más tarde, fue párroco de Cristo Rey (2001-2002) y durante ese mismo periodo también formó parte del Consejo Presbiteral. Su último destino Pastoral, desde 2003, fue el de auxiliar de las parroquias de Cruces, Zorroza, Burtzeña y Lutxana. Durante varios años también fue capellán del Hospital de Cruces y formó parte del equipo de Pastoral de la Salud.
Calidad humana
Su compañero presbítero Javier Vitoria, recuerda el tiempo que compartieron:
“Desde 1971 he tenido la oportunidad de compartir el camino de la vida con Enrique Espino. Primero durante sus años de formación en nuestro Seminario Mayor, después en la parroquia de El Salvador de Bilbao, donde culminó su proceso formativo para el ministerio y dio los primeros pasos como presbítero. Durante más de cuarenta años nos hemos ayudado a vivir nuestro servicio a la Iglesia diocesana. En los tiempos en los que alegres creímos al alcance de nuestras manos el «sueño» del Vaticano II y de la Asamblea diocesana. Y en los tiempos de penar, la desesperanzas, las decepciones y los desasosiegos.
La humildad de Enrique era una pieza importante de su calidad humana que regalaba como experto en las distancias cortas de la sonrisa y la ternura. Buscó siempre incansablemente al Dios Mayor de Jesús de Nazaret y lo vislumbró hondamente en el camino cristiano del zen. Su perdida solamente encuentra consuelo en la memoria agradecida de lo que Enrique nos entregó en todos estos años”.
Generoso y agradecido
«Unai y yo conocimos a Enrique en casa. Cuando éramos txikis y llegaba a casa, nos saludaba con alguna cancioncilla o broma, siempre sonriente y paciente. Recordaremos el cariño con el que hablaba de sus amigos, sobre las clases de zen en la Universidad, de los partidos de tenis y su garra Athleticzale.
Un hombre bueno, solidario, honrado y discreto que estuvo en los momentos más alegres y más tristes. Conociéndole percibimos que no solo era un amigo especial, era también una persona única.
Ante todo generoso y agradecido, en la última etapa se sintió abrumado por el cariño recibido, «por algo será», le decíamos. Cualquiera querría tener la red de personas que ha tejido a su alrededor.
Nos sentimos agradecidos de haberle conocido y de haber podido aprender de sus actos, que siempre serán su mayor legado.
Nos sentimos agradecidos de haber tenido un referente como él. Creemos que la gente así mejora el mundo y esperamos que sirva de ejemplo e inspiración.
Agur eta ohore Enrique»
Unai y Miren
Miembros de una familia que mantuvo una gran amistad con Enrique
Pastoral de la Salud
De su periodo en Pastoral de la Salud, sus compañeros y compañeras de equipo guardan muy buenos recuerdos de él. Alfredo Enrique nos manda algunas fotos del grupo, «compartí algún tiempo con el querido Enrique, que me han dicho que acaba de fallecer. Era un hombre muy majo, le queríamos mucho y lo hemos sentido en el alma».
En el tiempo que colaboró en la Pastoral de la Salud, Enrique Espino intervino en unas jornadas organizadas por la Universidad de Deusto, junto a Marisa Arias, también miembro del equipo de Cruces. Con el título de “El sufrimiento y la muerte de un ser querido”, ambos abordaban su día a día junto a las personas enfermas, a las que no siempre se puede “curar” pero siempre se puede “cuidar”. Información: aquí
Retirarse en el silencio del corazón
A continuación, recuperamos un texto sobre el «Camino espiritual» escrito por Enrique Espino hace un tiempo:
¡QEPD!