Iñaki Amezua Monasterio nació en Bilbao el 17 de noviembre de 1932 y fue ordenado presbítero en la basílica de Begoña, el día de la virgen de Begoña, el 11 de octubre de 1969, a los 37 años de edad, lo que llamaban entonces “una vocación tardía”. Tras su ordenación, fue nombrado coadjutor de Zeberio y en 1972 entró a formar parte del equipo presbiteral de Plentzia. Entre 1977 y 1988 fue párroco de Górliz y de 1988 a 1998 de Sopelana. En el periodo de 1994 a 1996 ejerció como secretario del sector Plentzia y de 1999 hasta su jubilación fue vicario parroquial de Sopelana.
Antonio Linaza, compañero suyo presbítero, le ha conocido muy bien ya que les ha tocado compartir destino pastoral durante varias etapas de sus vidas. Linaza resalta que Iñaki Amezua ha sido un hombre “muy querido” en los lugares donde ha estado “un hombre que se ha entregado en cuerpo y alma a la parroquia, con una esmeradísima a atención a todos”, también destaca que tenía muy buen humor “en la relación -dice- era muy cariñoso y rezumaba humor”.
Linaza le define como “hombre prudente y elegante en las relaciones humanas”, que cuidaba muy bien las formas “no dentro de la solemnidad, sino de la educación”, muy amable y que transmitía positividad. Muy dedicado a la parroquia “Allá donde ha estado se ha centrado y se ha esmerado. En el mundo de la catequesis parroquial era un maestro, llevaba a rajatabla la preparación de las catequistas semanalmente y la atención a los niños y niñas. En este tema era muy creativo y lo hacía con ilusión. Además, cuidaba muy bien las celebraciones, se atenía a lo que estaba celebrando: estaba a lo que estaba”.
Montañero
No podemos dejar de mencionar su gran afición a la montaña “su pasión”. Cuando entró en el seminario ya había pisado casi todas las cumbres de Bizkaia y muchas de otros lugares, de seminarista y de cura siguió con la misma afición y cuando tenía tiempo libre aprovechaba para ir al monte “a mí me hizo montañero”, reconoce Linaza “como fuimos juntos de curas a Plentzia en el 72 nos hicimos muy amigos, estábamos juntos y el día libre tocaba ir al monte y a mí me metió el gusanillo también y me aficioné”. Hasta que la salud se lo ha permitido ha seguido haciendo salidas siempre que ha podido “Con él –concluye Linaza– ibas seguro, porque conocía bien todos los sitios”.
Goian bego!