Inocencio Rodrigo nació en Cervera del Pisuerga (Palencia) el 15 de abril de 1928 y fue ordenado presbítero, en Barcelona el 31 de mayo de 1952. Su primer destino tras la ordenación fue en Lutxana, como coadjutor y organista. En 1953 le destinaron a San Miguel de Artzentales, como ecónomo y posteriormente a Ahedo, con la misma encomienda. Al mismo tiempo, fue profesor del Instituto Laboral de Carranza. Su siguiente destino estuvo en Cobetas-Bilbao y en 1959 opositó para capellán del aire. Permaneció muchos años fuera de Bizkaia, como militar, capellán castrense y llegó a ser coronel del aire. En su momento tuvo el récord de saltos de avión.
Un hombre leal y aficionado a la fotografía
El presbítero Anton Uriarte, condiscípulo de Inocencio en el Seminario, le describe como un amigo muy leal y muy fiel, un hombre sencillo, con valores “una persona con gran disponibilidad de servicio”.
Al jubilarse, Inocencio Rodrigo volvió a Bilbao y desde entonces y mientras su salud se lo permitió, colaboró en la que había sido su parroquia desde joven, la de San Francisco de Asís (Quinta parroquia).
Inocencio tenía problemas de salud desde hace varios años y Antón Uriarte destaca su gran fuerza de voluntad para ayudar en su recuperación “También en su enfermedad -dice- tuvo un discurso muy inteligente”.
Era una persona aficionada a la fotografía. Disponía de una gran colección de fotos.
Angélica Gómez es una laica que acompañó y asistió a Inocencio los últimos años. Tras su fallecimiento le ha dedicado unas líneas, que reproducimos en parte:
“Estabas hecho de puntualidad y de una disciplina que te llevó a volver a caminar cuando una mitad de ti se paralizó”
“Ayudabas a conseguir la paz espiritual cuando llegaba el desasiego que nos ponía la vida. Tenías las palabras justas para los momentos adecuados”
“Descansa en paz. Los que tenemos memoria siempre te llevaremos en el corazón”
«Hoy te lloramos al dejarnos una tormenta de tristeza”
“Me dejas una gran lección: disfrutar más de la compañía de las bellas personas que nos pone el destino y de las cosas que tiene la vida, porque somos aves de paso”