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21.06.2011

Iñigo Aguiriano, ganador del Concurso de Relatos de Manos Unidas

“Porque esto es África” es el título del relato que ha escrito Iñigo Aguiriano Benéitez, alumno de 1º de ESO del Colegio Ntra. Sra. de Begoña (PP. Jesuitas de Indautxu), y que ha resultado ganador en la primera edición del Concurso de Relatos para niños y jóvenes, convocado por Manos Unidas a nivel nacional y patrocinado por el grupo Banco Popular. La entrega del premio, dotado con 1.500 €, tendrá lugar el próximo día 29 de junio, en Madrid.

Iñigo Aguiriano, tiene 12 años, es el segundo de tres hermanos y entre sus aficiones se encuentran jugar al fútbol, leer y escribir. Este es el segundo premio que recibe, ya que en este curso ha resultado ganador de un concurso de relatos convocado por su centro escolar.
“He nacido en un país en el que se vive bien”, destaca Iñigo, resaltando las enormes diferencias existentes entre nacer en un lugar u otro del mundo y que le han movido a escribir este relato. Iñigo, que por tercer año consecutivo pasará parte de sus vacaciones en un campamento de Greenpeace, conociendo la naturaleza de la zona (en esta ocasión en cabo de Gata, Almería), donará los 1.500 euros con que está dotado el galardón a un proyecto de Alboan en El Chad, para hacer escuelas en un campo de refugiados.
A continuación reproducimos el texto del relato ganador.
Porque esto es África
Como un día cualquiera, Abdul se despertó deseando que todo fuera un sueño pero cuando salió de su cabaña se dio de bruces con la cruda realidad. Todo seguía igual, igual que ayer, igual que siempre. Las pocas cabañas que había en el pueblo estaban hechas de barro y cañabrava y no parecían gozar  de muy buena salud. También se veían algunos animales muertos esperando a ser enterrados.
Abdul se dirigía a su pequeño huerto, cuando, de pronto, es encontró con el anciano Elema, el anciano del pueblo a quien todos veneraban por su gran sabiduría.
–    ¿Crees que hoy volverán Elema?
–    No lo se, hijo. Esta semana han venido muchos días.
–    Ya – dijo cabizbajo.
–    ¿Cómo han dejado tu huerta y tu cabaña?
–    Hicieron unos pocos destrozos en la casa, pero no se excedieron. A la huerta no llegaron.
–    Te deseo mucha suerte, Abdul. La necesitarás.
–    Adiós Elema.
–    Adiós.
Después de esta pequeña conversación, Abdul prosiguió su camino hasta llegar a su huerta. Todos los días, Abdul pedía a Dios que le diera por una vez, una buena cosecha. A pesar de que nunca se cumplían sus peticiones, Abdul se lo seguía pidiendo todas las noches, con la esperanza de que algún día sucediera.
Tras la visita al campo, Abdul se acercaba a un pequeño riachuelo de aguas turbias donde recogía un poco de agua con la que regaba sus plantitas.
Volvió a casa a la hora de la comida. Al igual que muchos otros días, Abdul comió poco para dárselo a su madre, que, de nuevo, estaba embarazada.
Encendió una pequeña televisión. Repetían la retransmisión  de la ceremonia de inauguración del Mundial con Shakira cantando, pero a Abdul, se le quedó otra imagen en la cabeza: la imagen de un niño africano bailando, mientras se escuchaban estas palabras: porque esto es África.
Llegó la tarde sin avisar Abdul salió a dar un paseo. Estuvo mucho tiempo meditando sobre esa imagen y aquellas palabras. Abdul no las entendía bien.
Languidecía el sol, cuando llegó a casa y fue entonces, cuando Abdul los divisó en la lejanía. Volvían los milicianos y con ellos la destrucción. Abdul, sus padres y sus siete hermanos, se escondieron en el pequeño agujero subterráneo que habían excavado para estas ocasiones. Cuando volvieron a ser sólo una marcha de polvo en el horizonte, salieron y observaron un paisaje desolador: casas quemadas, cabras y perros muertos, una mujer y un hombre heridos en el suelo.
A pesar de que ya era de noche, Abdul salió a pasear y fue entonces cuando comprendió lo injusta que era su vida y como en la televisión intentaban maquillar lo que era la cruda realidad.
Al día siguiente, siguiendo su rutina, Abdul volvió a su huerto y entonces vio algo fantástico: sus plantas comenzaba a germinar y ya iban tomando forma las futuras habas. Ese día, Abdul vio la luz en la oscuridad y se llenó de esperanza.

Iñigo Aguiriano.