Iraide trabajará junto a las comunidades de base, en la defensa de los derechos humanos, con los proyectos de desarrollo, en la tarea con las mujeres, desde las formas concretas en las que en este momento de la historia se vive y se hace iglesia allí. Antes de partir Iraide expresaba su agradecimiento “por compartir la vida con los que me he encontrado porque siempre aprendo algo. Las personas nos iluminan, -dice- somos luz para las personas”. Allí, comenzará su camino en Quito participando en una marcha que se organiza cada año desde Quito hasta Coca, unos 300 kms., para recordar a los misioneros Alejandro e Inés.
Realizó el curso Norte-Sur hace cuatro años, posteriormente participó en la Misión de Riobamba y, a partir de aquella experiencia, ha apoyado algunos proyectos en Ricarte; Los Ríos, en Penipe; Chimborazo, Pedernales-Manabi, todos ellos en Ecuador. Ha participado en el movimiento eskaut como monitora y actualmente sigue comprometida con su unidad pastoral de Durango.
Feliz
Se siente feliz de poder dar este paso. Sabe que el equipo misionero de los capuchinos en Coca, -Vicariato apostólico de Aguarico- la está esperando. “Estoy muy contenta, tengo ganas de llegar, de conocer la realidad, de empezar la tarea. Estoy ilusionada”, decía ayer en el aeropuerto, rodeada de su familia y del equipo de la delegación de Misiones. Ya ha hablado también con Mons. Adalberto Jiménez, obispo del Vicariato apostólico de Aguarico por video llamada, “me llamó el obispo por video llamada y hemos estado charlando muy a gusto. Me ha dado todas las facilidades. Valoro mucho esa llamada”. Su familia está contenta porque Iraide va a realizar su proyecto de vida, pero su madre, a la salida decía que tenía una mezcla de sentimiento: alegría, tristeza, nervios, orgullo…