En las parroquias han continuado ocupándose de los cristianos de lengua árabe, hebrea y griega, de los migrantes trabajadores extranjeros y de los refugiados. A través de las escuelas de Tierra Santa unos 10.000 niños y jóvenes han podido tener una buena educación. Se ha intensificado el compromiso caritativo para salir al encuentro de las necesidades esenciales de poblaciones afectadas -además de por la pandemia- por la guerra y la falta de asistencia social y sanitaria.
Todo esto tiene un coste que se cubre en gran parte gracias a la Colecta del Viernes Santo. «Este año, más que nunca, –señala Patton– necesitamos de la generosidad de los cristianos de todo el mundo, de la generosidad de cada uno de vosotros y vosotras. Ayúdanos un año más, según vuestras posibilidades, según la generosidad de vuestro corazón, para que podamos ayudar a quien más lo necesita. Ayúdanos a ayudar».
El prefecto de Tierra Santa, cardenal Sandri, explica que durante dos años consecutivos los cristianos de Tierra Santa han celebrado la Navidad y la Pascua en una especie de aislamiento, «sin el cariño y la amistad solidarias de los peregrinos que visitaban los Lugares Santos y las comunidades locales. Las familias -dice- han sufrido más allá de toda medida, y ello más por la falta de trabajo que por los efectos inmediatos de la misma pandemia».