Los obispos de la subcomisión explican que en la actualidad “muchos erigen como criterios determinantes para evaluar si una vida merece la pena ser vivida o no la salud, el bienestar o la utilidad. Desde esta mentalidad, -añaden- se plantea descartar aquellas vidas que no cumplen con estos parámetros”.
Los obispos señalan en su texto, que una atenta mirada a nuestra sociedad “nos lleva a descubrir el avance de la cultura de la muerte, por la reciente proposición de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia. Ante esta situación tenemos que preguntarnos cuál debe ser nuestra respuesta como cristianos en este momento histórico. Nos equivocaríamos si cayéramos en el derrotismo al pensar que esto no tiene solución o que no hay marcha atrás. También sería equivocado vivir con los brazos cruzados en un constante espíritu de queja”.
La carta prosigue recordando que la vida humana vale en sí misma y no está ligada al vigor físico, ni a la juventud, ni a la salud física o psíquica. “Es un bien fundamental para el hombre, sin el cual no cabe la existencia ni el disfrute de los demás bienes. Por tanto, no procede conceder un peso determinante a categorías como útil, inútil, gravoso, deseado, no deseado, etc. Cada persona ha de ser considerada siempre como un fin en sí misma y nunca como un medio para otros fines. Toda vida humana es digna y merecedora de protección y respeto, y su valor no puede medirse por la satisfacción subjetiva que produce ni por su nivel de bienestar”. Texto completo: aquí