Un número importante de carmelitas descalzas de otros monasterios de la Provincia de Navarra, así como numerosos fieles de Zaldibar y laicos carmelitas, quisieron acompañar a la comunidad en la celebración de su centenario.

Homilía del Padre Provincial
En su homilía, pronunciada en bilingüe, el P. Jon Korta, reflexionó sobre el sentido y el valor que tiene una comunidad religiosa y contemplativa en la vida de un pueblo. En una presencia carmelitana contemplativa, la vida de oración, vivida como un trato de amistad con el Señor “es un espacio para adentrarse en el Misterio vivo de Dios, y recibir, del mismo, la Luz del Resucitado para poder iluminar, así, la vida de un pueblo y de las personas concretas”.
Otra dimensión importante de la vida de una carmelita descalza, señaló el Provincial, es la vida fraterna. “El monasterio no es un espacio para huir del mundo sino estar en él ofreciendo un testimonio de que es posible vivir la unidad en la diversidad”. La vida comunitaria, continuó el el P. Jon, es un reto porque supone “trabajar una armonía entre distintas sensibilidades, maneras de ser, y, también, de distintas edades”.
Una comunidad religiosa y contemplativa ayuda al religioso, señaló, “a realizar un proceso de madurez humana y espiritual”. “En el compartir sincero, el religioso o la contemplativa encuentra en los demás hermanos y hermanas un apoyo para su crecimiento, no un obstáculo”, matizó. Esta vivencia comunitaria es un reto pero “nos comprometemos a vivirlo y a alcanzarlo”. Todo ello, en palabras del Provincial, desde la sencillez de la vida.
Zorionak Zaldibarren mendeurrena egin daben karmeldarrei.
— Diócesis Bilbao (@DiocesisBilbao) August 23, 2025
Centenario de la presencia de las Carmelitas Descalzas de Zaldibar
(1925-2025)
Esta mañana, día 23 de agosto, ha tenido lugar en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Zaldibar la celebración eucarística en acción… pic.twitter.com/Sk5dKiMYv1
El P. Jon concluyó su homilía y reflexión con una invitación a toda la Familia Carmelitana a «seguir amando y construyendo la unidad de la iglesia y haciendo crecer el pueblo de Dios«. Ante personas y grupos que «pueden crear divisiones internas en el seno de la iglesia, la Familia Carmelitana seguirá trabajando por crear espacios de unidad y de acogida», subrayó.
“Elizaren seme-alabak zintzoak gara. Eliza maite dugu eta elizarekin goaz bidean”.
El Padre Provincial recordó unas palabras pronunciadas por el papa Francisco a un grupo de religiosos: “Por favor, no descarten a las personas, no seleccionen a las personas con criterios mundanos: cuán importantes son, cuánto dinero tienen… esos criterios mundanos, fuera. No descarten, sino reciban, abracen a todos, amen a todos«.
La homilía concluyó con estas palabras en euskera.
“Eskerrik asko lekaime maiteok zuen presentziagatik. Jarrai zuen bokazioa alaitasunez eta esperantzaz bizitzen. Jarrai herri hau eta mundua Jesusen Argiaz pizten. Jarrai herri honetako pertsona guztiei pazkezko besarkada eskeiniz”.
Al concluir la celebración, los presentes pudieron compartir unos momentos de fraternidad con la Familia Carmelitana.
Un siglo de presencia
La idea de fundar un monasterio en Zaldibar salió de la madre Teresa del Niño Jesús Perdido, profesa del Carmelo de Oviedo. Cuando supo que una prima suya, Catalina Iraolagoitia, natural de Zaldibar deseaba ser religiosa, la animó para que ingresara en el Carmelo de Oviedo. De este modo, el 23 de julio de 1915, tomó el hábito con el nombre de Hermana Margarita del Sagrado Corazón. Cuando la madre Teresa fue elegida priora, comenzaron ambas a planificar la fundación de Zaldibar, que en aquella época se denominaba Zaldúa. Antes de profesar, la Hermana Margarita ya había dispuesto que, parte de su fortuna se destinara a fundar un monasterio en su pueblo natal.
Ambas religiosas contactaron con sus parientes, Pedro Iraolagoitia y Nieves Chopitea quienes compraron la fonda de Olea, que se transformó en monasterio. Allí se levantó una capilla gótica que se dedicó a la Virgen del Carmen.
La Santa Sede autorizó la fundación con fecha del 27 de mayo de 1924. El 12 de agosto del año siguiente, el obispo de Vitoria, de quien dependía entonces eclesiásticamente Zaldibar, concedió la licencia para la formación de la comunidad.