Las Oblatas, acompañando a mujeres en realidades de prostitución

¿Trabajan porque se visibilice la realidad de la prostitución?
Ciertamente es un tema que es invisible y es también invisibilizado. Hay determinadas razones. Cuando, a nivel congregacional,  se realizó el estudio sobre la prostitución una de las mujeres manifestaba: “quieren que nos escondamos para pensar que no existimos”.  Ésta es la realidad.
¿Es una situación uniforme y globalizada?
Ha podido cambiar el perfil de las personas, pero sigue siendo una cuestión pendiente en todo el mundo.
Y ¿tiene alguna solución?
Quisiera pensar que sí, pero el trabajo pasa por el empoderamiento de las mujeres. Escucharles es fundamental y desde ahí poder apoyar sus luchas legítimas y que ninguna mujer se vea obligada a ejercer contra su voluntad.
En el estado parece que aumentan las situaciones de prostitución y de trata de mujeres, ¿verdad?
Esto último es un delito y como tal, tiene que caer la ley con toda la fuerza para perseguir a los traficantes, proteger a las víctimas y devolverles la reparación que, en justicia, les corresponde.
¿Cómo podemos acercarnos a estas realidades?
No requiere necesariamente una aproximación física, porque no  siempre es posible. Pero sí tomar conciencia de que todas las personas somos responsables de lo que está pasando. Todo lo que hagamos o dejemos de hacer va a repercutir positiva o negativamente en una sociedad más justa y hermanada en la que no exista la prostitución forzada, la exclusión de la persona ni la utilización de la misma como un objeto.
¿Cuál es el perfil mayoritario de las mujeres que ejercen la prostitución?
Aunque no se puede vincular esto exclusivamente con la inmigración, es cierto que el mayor porcentaje de mujeres que ejercen la prostitución a nivel del estado es el de las mujeres que han llegado de otras tierras. De todas formas, con la crisis económica ha habido un repunte de mujeres nacionales.
¿Las Oblatas, siempre en lugares de frontera?
De unos años a esta parte las fronteras geográficas son los lugares prioritarios justamente por la situación que estamos viviendo. Pero también hay otras fronteras que no son geográficas sino existenciales. En este sentido podemos decir que sí, las Oblatas somos de frontera.
Actualmente hay unas 450 religiosas Oblatas en el mundo trabajando en 15 países. Hay realidades muy duras en Guatemala o en Ciudad Juárez (Méjico). En Angola y Filipinas es lacerante la realidad de prostitución infantil que atiende la congregación.