Reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús, los participantes en el retiro fueron recorriendo la casa de su amigo, profundizando en cada estancia en el sentido de las diferentes partes de la Eucaristía.

La entrada, el hall de la casa, fue el lugar de los saludos y de tomar conciencia de cómo llega cada uno a visitar al amigo. Después de decidir entrar a la visita, y atravesar la puerta, se reunieron en la sala de la casa, el lugar para escuchar la Palabra y compartir cómo ésta va iluminando nuestra vida y calentando el corazón. En la sala hubo tiempo para la oración personal y para compartir en grupo.


Y tras la “mesa de la Palabra”, llegó el momento de la “mesa de la Eucaristía”, en la que además del pan y el vino, los participantes pusieron sus preocupaciones, búsquedas, ilusiones, alegrías, etc.


Y como los discípulos de Emaús, después de reconocer a Jesús al partir el pan volvieron a contar lo que había pasado, los participantes en el retiro recibieron también el envío, y volvieron a atravesar la puerta, esta vez para salir a contar y contagiar en su vida lo que allí habían vivido.










