Desde Babahoyo, el misionero Paulino Ordax nos informa del proceso del proyecto “En esta barca remamos todos juntos”, iniciado en Quevedo, por las dificultades que entrañaba el aislamiento de la cuarentena y con la intención de extenderlo en el caso de que la experiencia fuera positiva. Los objetivos principales, desde el principio, fueron estar cerca de las personas más perjudicadas por la pandemia, involucrando a los mismos quevedeños en la campaña. “Al ser una Ciudad próspera –explica Ordax- no nos planteamos tanto lograr que desde el exterior llegara ayuda sino desatar la solidaridad, especialmente entre los ciudadanos que disponían de ahorros y mantenían una firme estabilidad económica. Con la decisión unánime del Equipo de Pastoral Social de la Diócesis “y el deseo de nuestro voluntariado de apoyar, aunque fuera desde sus casas, se acordó iniciar la experiencia sin necesidad de ponerse en situación de riesgo”. En cada una de las siete parroquias de Quevedo hay dos voluntarias que toman los datos por teléfono de las personas que solicitan ayuda y todas las personas que están siendo apoyadas pasan a una base de datos centralizada “Durante la campaña hemos llevado una buena coordinación no solo entre los equipos de caritas sino también entre los sacerdotes de las parroquias”. Al mes de iniciar la experiencia en Quevedo se amplió en toda la Diócesis. “Se pusieron de acuerdo todas las parroquias, bajo la iniciativa de la Catedral, para recorrer comercios y solicitar ayuda a particulares. Tuvieron el acierto de compartir los kits con las parroquias de los cantones cercanos”.
San Isidro
El misionero alavés Juan Ramón Echebarria, ha elaborado un vídeo en el que se muestra el reparto de las ayudas de emergencia a las familias más necesitadas, gracias al apoyo de las parroquias y comunidades de Euskadi. Las imágenes muestran el trabajo que está realizando la parroquia de San Isidro, junto a la organización de comunidades campesinas OUCASI y el Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio FEPP. Vídeo aquí
Mapa andino de la pandemia covid-19
El misionero vizcaíno José Luis Villacorta desde Trujillo, en Perú, informa que en esta fecha oficialmente, Perú ha dado más de 2300.000 casos positivos y más de 6.600 personas muertas. “Nos acercamos a finales de mes con la expectativa de que se levante el estado de emergencia y toque de queda, pero esas decisiones se toman dos días antes”, explica “El golpe mayor se lo llevan las ciudades, Lima, sobre todo. Miles de habitantes de la capital, que estaban en condiciones económicas precarias, han regresado a sus pueblos de la montaña “andando”. Ha sido un espectáculo impactante. En los pueblos se han levantado barreras en la carretera que les conecta con la red principal, para que no pasen vehículos y de ese modo piensan detener la extensión del virus. La gente sencilla está utilizando toda la medicina popular, en la que siempre tienen puesta toda su confianza. El miedo se ha extendido mucho más que el covid-19”.
Villacorta recalca que el sistema sanitario, que nunca ha sido modélico, está sobrepasado. “Se hace un esfuerzo colosal para atender a un número de pacientes que crece a un ritmo medio de 400 al día. El panorama de los hospitales de la red de salud es dantesco: hay contagiados colocados en los pasillos por donde pasa la gente. El hospital es una trampa mortal, la zona de mayor peligro. Y algunos enfermos de cáncer no acuden al tratamiento hospitalario por miedo a contagiarse”.
La Iglesia en Perú
Explica que se han promocionado “todas las ofertas posibles: misas transmitidas por las redes, recorridos en helicóptero con imágenes de la Virgen, con la custodia el día de Corpus Christi, rogativas, etc. algo increíble e inimaginable en nuestra geografía”. Señala que la Iglesia hace una campaña decidida para combatir el hambre que es una amenaza real. “Las iglesias siguen cerradas a cal y canto. Cuando muere alguien por corona virus, la policía acordona la casa y la pone en cuarentena. No se puede ir ni a hacer una oración ni contactar con los familiares, que permanecerán encerrados durante 15 días”.
También indica que la policía se centra en custodiar los mercados, focos principales del desarrollo de la pandemia. “Los militares persiguen a los vendedores ambulantes que son miles y que no tienen otro ingreso. El Estado ofrece una cantidad mensual de dinero para una subsistencia precaria, pero no llega, ni mucho menos, a todos los necesitados. Controla los precios de los artículos básicos, sin lo cual la situación sería delirante. Para entrar en un mercado se exige llevar puesta la mascarilla que cuesta 3 soles la más barata y sirve para un día. La comida más elemental cuesta entre 7 y 10 soles. Y, como colofón, la delincuencia aumenta de día en día. En resumen, todos los ingredientes para una tragedia anunciada”.
En el tema de la educación “los estudiantes siguen sus clases mejor o peor de forma on line con todas las dificultades imaginables, pero con una decisión y voluntad ejemplares. Ha costado varias semanas a los jóvenes asumir que la pandemia iba en serio y tres meses después ya no corren los riesgos que corrieron al comienzo. La sensatez se ha generalizado. La gente corriente vive más que nunca el día a día. El futuro está más lejos que nunca”.
En próximos días seguiremos publicando más datos que nos vayan llegando sobre otros lugares. Más información: www.misioak.org
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