Mons. Segura comenzó su homilía saludando “a todas las mujeres y hombres que, siguiendo el impulso de los apóstoles, representáis hoy y aquí –dijo- el empeño misionero de nuestras Iglesias. Celebramos esos esfuerzos generosos, pero, sobre todo, agradecemos a Dios porque nos saca de nuestras cárceles, como lo hizo con los apóstoles, las cárceles que nos mantienen en el espacio de nuestros entornos conocidos, las que nos impiden ver más allá de nuestras preocupaciones e intereses, las de los confinamientos mentales que no nos dejan entender y asumir como propias las angustias y preocupaciones de tantas y tantos que comparten nuestra dignidad de hijas e hijos de Dios”.
En la jornada de este año han tenido especial relevancia las informaciones relativas al Mes Misionero Extraordinario que se celebrará el próximo octubre. Responsables de las delegaciones de Misiones Diocesanas explicaron parte del programa que se va a poner en marcha en las tres Diócesis con motivo de dicho evento promovido por el Papa Francisco.
El actual responsable del santuario, Ángel María Unzueta, fue quien hizo la acogida y la oración inicial y, posteriormente, varias personas ofrecieron sus testimonios. También se visionó un vídeo resumen con las principales actividades misioneras de este año.
En la Eucaristía, el obispo auxiliar destacó que “Cristo nos lleva a la misión, nos saca a los templos y a las plazas, a tierras desconocidas y a culturas que expresan la riqueza y variedad de lo humano. Para salir de nuestros mundos pequeños y autosatisfechos solo dos cosas son necesarias: la preocupación sincera e intensa por las personas, por los otros, por sus necesidades materiales y espirituales, y la convicción de que el Evangelio de Cristo Vivo tiene algo importante que aportar en cada situación”.
Diferentes sensibilidades
Durante su intervención, Mons. Segura subrayó que vivimos en una Iglesia en la que conviven muchos carismas “expresión de nuestra condición católica. No podemos decir que todas las sensibilidades reflejen de igual modo el núcleo del Evangelio, pero sí que todas aportan algo a la variedad de experiencias y dimensiones de la fe que compartimos”.
Concluyó su homilía remarcando que “debemos avanzar en la reflexión sobre lo que significa nuestro ser misionero. Lo tenemos que hacer desde la humildad, aceptando que vivimos en un mundo en el que cada vez más cosas importantes están fuera de nuestro control. Los planes importantes son los de Dios, no los nuestros. Vivamos con la serenidad de los que saben que el Señor estará con su Iglesia hasta el fin de los tiempos, aunque sepamos que esta promesa no incluye, ni escenarios triunfalistas, ni tan siquiera otros de amplio reconocimiento social”.