“Entramos en este nuevo año a los pies de la virgen de Begoña, en la celebración de María Madre de Dios y lo hacemos con confianza a pesar de todas las dificultades”, ha comenzado Mons. Segura su homilía, centrada en la figura de la Virgen “María no habla mucho en los Evangelios, -ha dicho- no hace discursos, no es protagonista, sin embargo ha dejado, lo sabemos, una profunda huella en nuestra historia y vida creyente. María es importante, no tanto porque sea la madre biológica de Jesús, sino sobre todo porque se hizo madre custodiando, acompañando, cuidando, con amor en el crecimiento de es hijo suyo y de este modo le regalo la hermosa experiencia de sentirse amado y así el hijo descubrió la ternura maternal de Dios mismo y pudo crecer, como nos dice la Palabra, en sabiduría y en verdad. A través de María, de sus trabajos en el hogar familiar, de sus gestos de cariño, de sus conversaciones, el hijo conoció los anhelos, las incertidumbres, las alegrías, los miedos de aquella gente sencilla de aquel pueblo en el que había nacido, sus tradiciones y todo eso que hasta nuestros días siguen reflejando los relatos bíblicos. María es la madre de Dios, pero Dios no se quiere guardar nada y, por eso la celebramos hoy también como madre de muchos”.
Mons. Segura también ha reivindicado la figura de la virgen en estos momentos que vivimos “allí donde los personas afrontan sufrimientos y, ciertamente este 2020, con muchas heridas, allí donde los miedos quieren dominarnos, María se convierte en fuente de consuelo y esperanza”.
El obispo administrador diocesano ha defendido que María representa la protección del hogar en medio de las tormentas y las dificultades “este año han sido algunas muy específicas, pero todos los años llegan con desafíos y con problemas. El hogar materno es para muchos refugio de ternura, donde vive la madre la ternura vive, incluso si la madre ha muerto la memoria de lo que fue, de cómo actuó con nosotros mantiene viva esa ternura y nos hace un poco mejores a todos. María demuestra que la humildad y la ternura son virtudes de los fuertes de esas personas que nos atraen que nos marcan, con las que queremos pasar tiempo, a las que echamos mucho de menos cuando nos faltan, con las que queremos compartir vida porque han sido y nos han hecho agradable nuestra vida”.
Y también ha dicho que las madres son el antídoto más fuerte frente a unas tendencias que están presentes en todos los corazones: “el individualismo, nuestros encierros, nuestras apatías…, una sociedad sin madre no sólo sería fría, estaría dominada también por el cálculo, por la lucha de intereses, sería un mundo sin piedad”.
Con un recuerdo especial a quienes peor los están pasando en estos momentos por problemas de salud, problemas económicos, u otro tipo de dificultades, ha concluido la Eucaristía.