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21.08.2013

Por un mundo mejor

Tres semanas en la República Democrática del Congo y Gema Larrazabal ha vuelto con la mochila llena de esperanza ya que sigue soñando que otro mundo es posible y “necesario”. Son cinco ya los veranos que decide cargarse de “solidaridad” y acompañar en la misión impulsada por el sacerdote Xabier Goikouria. Este año, además, ha sido especial. 

¿Han celebrado los 50 años de sacerdocio de Goikouria?
Sí, le preparamos una sencilla fiesta sorpresa. El no quería ningún tipo de celebración pero entendíamos que algo debíamos hacer. Antes de iniciar el viaje pedimos a sus compañeros de profesión, amigos y familia que le escribieran unas letras…y así lo hicieron. Una vez allí, con la ayuda de las religiosas que llevan el Centro de Minusválidos, pusimos en marcha a sus niños, tanto a los que tiene en el Centro de acogida como los que están en el Centro. Fuimos a Misa, una Misa preciosa, en la que el agradecimiento a Xabier fue el eje central. Y de todo esto, Xabier sin enterarse hasta que los niños empezaron a recitarle y cantarle. Fue emotivo la verdad…Y para terminar…a cenar, algo sencillo pero orgullosos de nuestra fiesta sorpresa.  
Pero además, cuando estuvimos allí premiaron a Xabier con la medalla al mérito civil, que es la máxima condecoración que puedes recibir en el Congo. Por lo tanto, ciertamente, hemos disfrutado de algunas vivencias especiales.
¿Cuál es la misión de Goikouria en el Congo actualmente?
Pensar cuál es el momento ideal para cerrar la persiana Je!, je! Lo digo medio en bromas para quitarle hierro al asunto, pero éste es sin duda su dolor de cabeza en este momento. La cadera le falla y le causa más dolor que el deseado y siempre hay obras por terminar y por empezar pero también sabe que ha llegado la hora de decir: Agur, ¿cuándo? Esa es la respuesta que ahora trata de encontrar…al menos desde mi punto de vista, aunque no creo que ando nada descaminada.
¿Qué trabajos ha realizado y cuáles le quedan por hacer?
Ha realizado infinidad de trabajos: 2 capillas, 1 internado, 1 centro para minusválidos, 2 casas para ancianos, un almacén para guardar el grano, un molino, una escuela de carpintería, un taller de mecánica y otro de electricidad, etc. Pero por encima de todo esto, que es mucho, ha devuelto la dignidad a miles de personas, y esto, es algo que no tiene precio. Creo, que este es sin duda su gran logro personal. 
La guerra civil que ha abocado al Congo a la miseria, ¿tiene carácter mundial?
Muchos analistas definen la violencia actual en la República Democrática del Congo (RDC) como una guerra de recursos, una guerra por el control de la región Este, rica en yacimientos naturales de oro, diamantes, cobre, cobalto, casiterita y coltán. Aunque no son la causa que dio origen a la violencia, los recursos naturales han alimentado el conflicto en gran medida. Los principales grupos armados y sus aliados que se enfrentan por el poder político, se han valido de estos recursos naturales como forma de financiacion. La extracción del Coltán, utilizado para la fabricación de baterías de teléfonos móviles y ordenadores de consumo en todo el mundo, tuvo su apogeo en el 2000, incrementando la inestabilidad preexistente en el este del Congo y llevando la violencia a niveles más altos. Por otra parte, durante el boom del Coltán, el abandono masivo de la agricultura por el trabajo en las minas dio lugar a una importante crisis alimentaria caracterizado por la escasez de alimentos básicos autóctonos como la harina de yuca.
Es una región muy rica en recursos pero una de las más pobres del mundo, ¿qué ocurre?
La pobreza en el mundo no tiene relación alguna con los recursos que existen en cada territorio. En la RDC las riquezas del subsuelo son vastas, así como sus fértiles tierras. Sin embargo esta nación africana tiene sumida en la más absoluta pobreza a sus habitantes. Sufren el saqueo de sus recursos naturales, la corrupción y la  falta de gobernabilidad. Este país, concentra el 80% del coltán, que se exporta con un excelente precio, recaudando millones de dólares que no son ocupados precisamente para salud, educación o vivienda, sino que sirven para financiar guerrillas.
¿Qué le ha aportado el viaje?
Estoy convencida de que otro mundo no solo es posible, sino necesario. Creo que queda mucho por hacer, que he emprendido un viaje que merece la pena, y que hoy por hoy se hace imprescindible mirar al sur para no perder el norte. Hay, por suerte, un montón de indignados: voluntarios, cooperantes, misioneros y socios de ONGs que aportan su grano de esperanza a un mundo más pendiente del último móvil o ipod que sale al mercado, que del ser humano.
¿Cómo podemos contribuir desde aquí?
A cada uno de nosotros se nos pide que hagamos lo que está en nuestras manos. Individualmente, no podemos salvar el planeta, ni solucionar los problemas de un continente entero, pero sí podemos devolver la dignidad a una persona. Entre todos podemos echarles una mano. Hagamos que sientan nuestro aliento solidario y nuestro compromiso con sus problemas. Lo notarán, a  buen seguro, y nosotros nos sentiremos mejor.