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27.01.2006

Ricardo Blázquez: “La encíclica es muy rica de contenido y requiere una lectura atenta”

En declaraciones realizadas a Radio Popular de Bilbao sobre la primera encíclica del Papa Benedicto XVI publicada el pasado miércoles, 25, nuestro Obispo y presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, ha hecho un repaso de algunos de los puntos más destacables.

El Obispo, en referencia al texto recién publicado destaca que “Es clarividente para discernir en medio de muchas cosas, de mucha hojarasca, para ver cuáles son las orientaciones permanentes y ricas hoy y para el futuro y estimula sin duda el camino de la Iglesia para que sea un camino en que Dios sea amado, sobre todas las cosas y los hombres sean también amados como hermanos. Toca uno de los aspectos centrales de la vida de la Iglesia. Lleva por título “Deus caritas est” (Dios es amor).

Explica el Obispo que “La encíclica está articulada en dos partes. La primera ofrece unas reflexiones de carácter más teológico y filosófico. Requiere una lectura atenta, sosegada y la segunda parte, trata de algunas cuestiones más prácticas en relación con el mandamiento del amor al prójimo”.

Continúa su intervención detallando que “En la primera parte, el Papa comienza afirmando que la palabra amor posee muchas conexiones, muchas relaciones, hablamos del amor a la patria, al pueblo, a la profesión, al trabajo, por supuesto al amor entre amigos, entre padres e hijos, entre hermanos y familiares, del amor al prójimo y del amor a Dios y especialmente el punto de referencia es el amor entre los esposos.

Partiendo de reflexiones de la antigua Grecia y el Antiguo Testamento, el Papa va a ver cómo se implican y cómo se relacionan dos términos que se han utilizado en la Antigua Grecia y en la Sagrada Escritura. El término “Eros” y el término ”Agape”. “Ágape” que significa sobre todo un amor oblativo y el término “Eros” que significa sobre todo un amor que busca en el otro la felicidad.

Ciertamente no pueden separarse el amor que podemos llamar de “Eros” y el amor que podemos llamar de “Ágape”, de entrega y esto en el hombre que es cuerpo y alma inseparables, tienen una expresión de entrega recíproca.

En el referente principal que es el matrimonio, para mutua satisfacción y complementariedad de los esposos y también entregándose el uno al otro con generosidad. El matrimonio tiene que ser una escuela de entrega, de donación del esposo a la esposa y de la esposa al esposo.

En esta primera parte también el papa nos muestra cual es la imagen de Dios. A veces nos hemos hecho una idea de que Dios fuera indiferente y distante a nuestros problemas y a nuestras situaciones y no es así. Es un amor cercano, es un padre cercano, por supuesto no es vengativo. Dios ha amado tanto al mundo, nos ha amado tanto, que nos ha entregado a su hijo. Este amor se hace presente de forma particular en la Eucaristía, que Jesús fundó cuando iba a ser entregado a la muerte y habían tomado los suyos, los amó hasta el extremo. Participando nosotros en la eucaristía somos como envueltos e implicados en esta dinámica de la entrega de Jesús a nosotros. Debemos reflejar esa entrega.

La primera parte es una parte más de principios. Yo pido que se lea con atención y la segunda parte, es de una comprensión, sin duda para todos nosotros, mucho más cercana.

Comienza el papa diciendo en la segunda parte que el amor al prójimo está radicado, tiene su raíz, en el amor a Dios. Son como el anverso y el reverso, como la cara y la cruz de una misma moneda. Ambos se mantienen recíprocamente. Cuanto más amemos a Dios, más capacidad tendremos de amar al prójimo, y el amor al prójimo nos abre el camino para amar a Dios. Tanto cada cristiano como cada comunidad eclesial tiene que vivir de este amor que viene de Dios. De hecho, la primera descripción de la comunidad cristiana, en el inicio de la misma Iglesia incluye el amor como una de las características. Se dice que los primeros cristianos eran fieles a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, que es justamente esta solidaridad en las necesidades y en los bienes, fieles a la comunión, fieles a la fracción del pan, que es la Eucaristía y fieles a las oraciones, una comunidad por tanto, que recibe la palabra del Señor, que es caritativa entre sí y se abre al amor a los demás, una comunidad que celebra los sacramentos y una comunidad que ora, porque la oración está constantemente oxigenando nuestra fe y rehaciendo nuestra vida en la comunión con Jesús. De hecho hay tres formas a través de las cuales la vida de la Iglesia va transcurriendo, inseparables ente sí. Por una parte tenemos que estar atentos, y ser fieles a la transmisión de la palabra del Señor, por otra parte a la celebración de los sacramentos y por fin al servicio caritativo y social y son inseparables.

Pero desde el final del siglo IXX, el Papa dice en esta parte, se han levantado objeciones contra la actividad caritativa de la Iglesia, y se la han considerado como una especie de morfina para que los cristianos no fuéramos fieles hasta el fondo al servicio de la justicia en medio de la sociedad. Contra esta objeción que se levantó en aquel tiempo, el marxismo fue el artífice fundamental de esta objeción, la doctrina social de la Iglesia ha ido respondiendo concretamente empezó una respuesta pública de el Papa León XIII en el año 1891, con la Encíclica “Rerum Novarum” y posterioprmente se han sucedido diversas i intervenciones. La última por ejemplo, fue “Centesimus annus” de Juan Pablo II, justamente al cumplirse los cien años de la encíclica de León XIII”.

En este contexto, el papa plantea las relaciones entre la justicia y el amor, entre el estrado, la sociedad y la Iglesia, entre la fe y la razón, en unas reflexiones muy interesantes. Yo pido que se lean con mucha atención. Y termina diciendo lo siguiente: la creación de un orden justo de la sociedad y del Estado es competencia directa, central, de la política. No es cometido inmediato de la Iglesia. La Iglesia Católica, no quiere intervenir como ejercitando un poder sobre el Estado. Simplemente quiere y esto es importantísimo, purificar el corazón para ver cómo actuamos en la relación de unos con otros, en la lucha por la justicia, etc., formar la conciencia moral de los cristianos, ofreciendo para todos razones de cómo las justicia tiene que ser constantemente alimentada, nutrida y espoleada, a fin de que las exigencias en la justicia sean reconocidas y realizadas. Sin embargo, dice el Papa, y lo vemos todos, ninguna ordenación estatal, por justa que sea, puede hacer superfluo el servicio del amor. ¿Por qué motivo? Porque la persona concreta, con sus sufrimientos, con sus necesidades personales, necesita también entrega personal entrañable. No solo somos una cifra, un número a la hora de una atención prestada desde el Estado.

En nuestros tiempos, continúan diciendo el Papa, la globalización se manifiesta también en una solicitud por el prójimo, superando los confines inmediatos de cada región, de cada pueblo, para alargar la solidaridad a horizontes del mundo entero. En este contexto, saluda el Papa, el que hayan surgido tantas formas de colaboración al servicio de los necesitados. Pensemos por ejemplo la multiplicidad de formas, de organizaciones no gubernamentales al desarrollo, etc., otras formas de colaboración que tiene la Iglesia con el Estado para el servicio de los necesitados.

La actividad caritativa de la Iglesia no debe perder su identidad, disolviéndose en una organización asistencial y convirtiéndose en una variante, sin duda interesante y valiosa, de servicios caritativo-sociales sin más. Tiene que mantener su propia identidad. Y en este sentido el papa va a hacer varias afirmaciones para que cuidemos esta identidad, que va a ser como una fuente permanente al servicio original de la Iglesia que los hombres necesitan.

La actividad caritativa cristiana, además de requerir una competencia profesional, (pensemos cuanto se organiza la caridad, pensemos nuestros servicios de Cáritas) debe también basarse en la experiencia del encuentro personal con Jesucristo. Cuyo corazón, el corazón del Señor atravesado en la cruz (constantemente alude el Papa a esta referencia) tiene que atravesar también nuestro corazón, tocándolo para que sintamos compasión y entrega a los necesitados. No solo competencia, sino también encuentro personal con Jesucristo.

La actividad caritativa debe ser independiente de partidos e ideologías. La Iglesia no es partidista. La Iglesia no forma parte de ningún cuadro ideológico. Ahí utiliza el Papa una expresión, recordando la parábola del Buen Samaritano que es una expresión muy bella “el servicio caritativo de la Iglesia a los cristianos. La Iglesia entera, tiene que ser como un corazón que ve. Que ve al que está caído a la vera del camino, que ve a veces también a necesidades que no se pronuncian por ser vergonzantes. Otro aspecto, la actividad caritativa cristiana no debe ser como un medio en función del cual se ejercite el proselitismo. Nosotros como cristianos no queremos ejercitar la caridad para que el otro se vea como forzado a seguir nuestra enseñanza. El amor tiene que ser gratuito no se ejercita por otros fines. Y esto no significa, evidentemente, que la acción caritativa cristiana, deje al lado a Dios y a su hijo Jesucristo. El que realmente ama al otro, sabe cuándo hay tiempo para hablar de Dios y cuándo es el tiempo en que el amor pronuncie su propia palabra.

El amor cristiano tiene que alimentarse permanentemente de la oración y la oración evita una doble tentación que podemos padecer. Una especie de embarcarnos en ideologizaciones ante la magnitud de los problemas del mundo; y otra tentación, la del desistimiento, la de resignarnos y entrar en un camino de inercia porque lo que podemos hacer a veces no tiene una proporción para poder responder a los ingentes problemas. Pero tenemos que poner el grano de arena que en nosotros está, que a veces si lo juntamos, un granito de arena con otro, termina siendo una aportación realmente determinante y decisiva”.


D. Ricardo Blázquez acaba su intervención haciendo referencia una frase de Santa Teresa de Jesús, “que a la palabra amor muchas otras realidades le están robando el nombre” y que “En este sentido la encíclica es un alegato para recatar la dignidad del amor entre los esposos, en cuerpo y alma, la dignidad del amor entre los amigos, la dignidad del amor que Dios nos tiene, la respuesta del amor que nosotros le damos y esta fuente de Dios como amor que nos convierte a los cristianos en testigos, en servidores de las personas necesitadas. Es una encíclica rica, no larga, pero muy interesante”.