“El grupo de 9 jóvenes y tres acompañantes somos testigos de que Dios se pasea por las calles de Alhoceima; Dios entra en el centro benéfico Dak Assalam para chicos y chicas con capacidades diferentes y camina con todas las personas de aquí y allí que realizan su voluntariado y trabajo con ellas”, explica Luis Mari Vega, uno de los acompañantes, nada más regresar a nuestra Diócesis.
Vega dice que han descubierto en ellos descubrimos “la ternura y el amor de Dios, en cada saludo de bienvenida y en cada abrazo, en cada beso y sonrisa, en cada gesto de tocarse el corazón expresión de amistad y vínculo establecido. En este campo de trabajo hemos ido de la mano del Dios de la vida a la playa, a jugar al fútbol, a jugar al dominó, al «Memory», a hacer pulsera o collares…”
Ayer regresaron de Marruecos y Luis Mari resalta que pueden decir “que Dios habla nuestro idioma, el más primitivo que permite comunicarnos a todas las personas de cualquier raza y religión, el idioma de la acogida, el servicio, el intercambio, el AMOR. Este Dios nos ha achuchado, nos ha tocado el pelo, nos ha dado la mano, ha esperado nuestra compañía y eso nos ha dado gozo, paz, felicidad”.
Esta experiencia de encuentro con el Dios de Jesús, en la vida de estos chicos y chicas marroquíes, en el encuentro con las personas que trabajan con ellas durante todo el año, en la relación mantenida con los hermanos franciscanos de la Cruz Blanco y con los hermanos Trinitarios y con las hijas de la Caridad y con esa pequeña comunidad de la parroquia de San José les ha dejado “una huella y un poso de agradecimiento enorme y esperamos que dure mucho tiempo y consiga ser un buen faro para guiar nuestra vida cotidiana. Ahora toca seguir rumiando la experiencia y seguir dejando que este Dios amigo siga trabajándonos ayudándonos a concretar todo lo vivido en actitudes, acciones concretas en el día a día”.