¿Qué experiencia has vivido en Chíos?
Muy profunda. Hemos ido a cocinar y a dar de comer a los refugiados. Para las siete de la mañana estábamos en la cocina y repartíamos unas 1.200 raciones diarias. La comida se emplataba, se colocaba en unas bandejas y se repartía. Para el proceso de emplatado también acudían otras entidades no gubernamentales. El volumen de trabajo ha sido muy duro, pero la más dura ha sido la parte emocional. He traído una gran ‘resaca emocional’.
¿Cuáles son las condiciones de vida de los refugiados en el campamento?
Al comienzo había tres campamentos y ahora hay dos. ‘Zaporeak’ está en uno de ellos, en Souda. Viven en unas condiciones deplorables. Miles de personas apiladas en tiendas de campaña. En las tiendas, tienen que compartirlo todo incluso con personas desconocidas. Estos días ha nevado y por lo que me han dicho, se les han mojado todas las mantas y ropas y hace mucho frío. No tienen ni electricidad ni agua caliente. Hay pocas duchas para toda la gente que vive allí. Sólo disponen con seguridad de la comida que nosotros les repartimos.
¿Qué ayuda reciben a diario?
Muy poca. No me atrevo a profundizar, pero allí no se veía ninguna Organización no Gubernamental potente. Una asociación local se encarga de organizar actividades para refugiados. También hay un centro para mujeres y se dan clases, pero el problema es que la mayoría de los que se dedican a eso son voluntarios y como la salida y entrada de gente es incesante, no se hace ningún seguimiento.
¿Y su futuro?
En estos momentos, algunos llevan ocho-nueve meses allí y han perdido toda esperanza, ya que no ven ninguna mejoría en su situación. Ahora en invierno llegan menos barcos que en verano, pero una vez en tierra comprueban que no pueden dirigirse a Atenas y de allí a Alemania. Se encuentran en un espacio reducido sin poder moverse. Les oyes decir que lo han perdido todo para llegar hasta allí y ahora, están muriendo lentamente.
¿Y vosotros dónde dormíais?
En unos apartamentos. De la cocina a unos 15 minutos en coche. Como te he comentado, a las siete comenzábamos el trabajo en la cocina y les repartíamos la comida a las 13:30; luego volvíamos a comer. A la tarde librábamos y aprovechábamos para conversar con ellos. Una vez a la semana, llevábamos los alimentos en cestas a las familias que están alojadas en pisos.
¿Y ahora qué vas a hacer?
Reflexionaré acerca de lo visto allí y quizá vuelva, ya que hay mucho por hacer.