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05.04.2013

Una ermita muy singular

Uno de los lugares más visitados por los turistas en Euskadi es el entorno de la ermita de San Juan de Gaztelugatxe. El verano pasado, por ejemplo, fueron más de 25 mil las personas que disfrutaron del paisaje que se contempla desde el peñón más occidental del municipio de Bermeo. Los visitantes virtuales a la ermita están aumentando ya que, después del Guggenheim Bilbao, es el segundo lugar de Euskadi más buscado en la red.    

San Juan de Gaztelugatxe goza desde antaño de un profundo arraigo en la devoción popular, sobre todo entre los arrantzales. En el interior del edificio, de planta rectangular con ábside poligonal, hay cuadros que representan embarcaciones a punto de naufragar y maquetas de barcos colgados a modo de exvotos.
Cuando el estado de la mar amenazaba peligro, los marineros y pescadores de Bermeo hacían la promesa de visitar el santuario. En otros casos, cuando la familia no podía tener descendencia, las mujeres colocaban las ropas del hijo deseado a los pies de la imagen de Santa Ana o cuando se sufría de intensos dolores de cabeza o no se podía conciliar el sueño, los enfermos visitaban la ermita y allí volteaban la campana adosada a la pared mientras rezaban.
En el interior se custodian las imágenes de San Juan, San Pedro, San Pablo, San Antonio, santa María y la Virgen del Carmen.
Cuenta la leyenda que San Juan, al llegar a Bermeo, dio tres pasos y alcanzó la ermita. La primera huella se encuentra debajo del arco de San Juan, en el casco urbano de Bermeo. La segunda huella en el barrio de Arene, junto al caserío Itsasalde. La tercera, en el último escalón de acceso a la ermita. Actualmente se necesitan más de tres pasos para llegar hasta San Juan, ya que cuenta con 231 escaleras.
Se nombra la ermita en el año 1503, en una donación de Doña Tota Ortiz y Eneko López al monje Zianno, del monasterio de San Juan de la Peña (Huesca), uno de los más influyentes de la edad media. Se sabe que en 1886 fue objeto de una gran reforma.
Conservación del templo
La comisión `Gaztelugatxeko Doniene´, es la encargada de velar por el cuidado de la ermita. El grupo de voluntarios se formó hace 34 años, cuando la ermita se quemó por completo, por iniciativa de Ramón Mendizábal, sacerdote de Markina.