Luis Mari, que no había podido venir de visita desde 2016, está pasando estos días con su hermano. Regresará de nuevo a Corea el 12 de septiembre, tras participar en la novena de la virgen de Aranzazu, que celebra su festividad el 9 de septiembre.
Uribe, cuyo nombre coreano es Yoo Eui-bae, nació en Gernika hace 79 años, y tras pasar un breve periodo en Bolivia, llegó al país asiático como misionero, en 1976. Allí lleva más de 44 años al frente de una comunidad que atiende a personas con la enfermedad de Hansen y a otras con discapacidades en el condado de Sancheong, a casi 300 kilómetros al sureste de Seúl, en la provincia nororiental de Gyeongsang del Sur.
En 1980 se puso al frente de una comunidad que durante décadas acogió a personas afectadas por la lepra, enfermedad estigmatizada durante mucho tiempo en Corea del Sur, que se ha convertido para ellos en su hogar de retiro.
«Cuando yo vine destinado a esta leprosería -explicaba hace un tiempo el religioso franciscano- vivían aquí unos 500 enfermos. Fue fundada por los franciscanos italianos en 1959, llegados a Corea en 1957 expulsados de China por Mao. Se habían encontrado en esta región que les tocó de apostolado misionero con varios pueblitos de enfermos de lepra. Ellos mismos pidieron a los frailes que les hicieran vivir en una leprosería. Los bienhechores italianos les ayudaron en todo. Y se formó un bonito pueblo en las laderas de una de las montañas más grandes en la zona sur de Corea del Sur, a una hora del mar. Tenemos un grupo de empleados con los estudios apropiados. También ellos y ellas son gente joven, y no todos son cristianos».