“Algunos han insistido y tienen razón en que no hay vocaciones más importantes que otras”, señaló Mons. Segura “pero yo creo que los que estamos aquí podemos afirmar, en lo que hemos vivido durante años, que la vida sacerdotal, en la medida que está entregada realmente, es una vocación, un ministerio importante. Seguro que hay tareas que hay que realizar. Hay que superar, ciertamente, el clericalismo que tiene que ver con una manera de entender la vida de la Iglesia en la que el presbítero tenía responsabilidades, que ciertamente le han correspondido y le seguirán correspondiendo, pero nuestra Iglesia los ministros ordenados van a seguir siendo absolutamente centrales y necesarios y su aporte va a seguir siendo crítico para una comunidad que tiene como fuente y cumbre de la vida cristiana, la Eucaristía”.
Vocaciones
En cuanto a la situación de las vocaciones, señaló que, por un lado, aquí en Europa no hay vocaciones, pero en otros sitios sigue habiéndolas “yo sinceramente no me atrevo a interpretar el hecho de las dificultades que existen aquí en materia de vocaciones -que son dificultades particularmente intensas en el continente europeo- lo que puede significar respecto a la voluntad que tiene o no tiene el Espíritu respecto al ministerio presbiteral”. Prosiguió mostrando su convicción de que la Iglesia ha sido ministerial y va a seguir siendo ministerial “si me preguntan por qué y hasta qué punto puedo explicarlo, pues la verdad no lo puedo explicar con razones que puedan convencer a todo el mundo –ha dicho- lo que sí sé, es que ha sido desde el primer momento y sigue siendo un elemento central de lo que somos como comunidad y como identidad específica que tenemos y que se va a mantener” e insistió en que el hecho de que eso sea cierto no significa que determinadas formas de vivir el sacerdocio, de vivir el ministerio y determinados modos de organización tengan que seguir exactamente como ha sido “porque sabemos que la historia de la Iglesia hay muchas cosas que han variado”.
Agradecimiento a los sacerdotes
Concluyó dando gracias a Dios “por la fecundidad de este servicio que hemos podido prestar. Hoy –dijo- no estamos aquí reunidos porque celebremos éxitos, porque no hay tantos que presentar desde muchos puntos de vista, hoy estamos aquí reunidos, en la medida que podemos decir con verdad que nuestra vocación ha sido fecunda, mas allá de los éxitos y los fracasos, tan relativos y tan difícil de interpretar a no ser que uno tenga mucha perspectiva de años; más allá de las inconsecuencias que indudablemente tenemos, porque hemos predicado muchas cosas que luego no somos capaces de vivir con la misma intensidad. Queremos hoy celebrar y dar gracias a Dios por tanta coherencia que ha habido en la vida de muchos curas, por la limpieza de corazón que existe, por la misericordia con la que se acercan a mucha gente y por la generosidad y la humildad de su servicio. Esa oportunidad de participar en el único sacrificio de Cristo tiene pleno sentido y queremos agradecérselo a Dios. Sabemos que Él es el único y eterno sacerdote, sabemos que lo que nosotros podamos hacer solamente va a ser buena noticia para el mundo y va a ser expresión de ese ministerio que Él quiso instaurar en la medida en que estemos profundamente unidos a Él. Que Dios nos ayude agradecidos en este día en el que celebramos a Cristo, fuente del sacerdocio de la Iglesia, del sacerdocio de los laicos, del sacerdocio también de los curas, nuestro y que Él nos siga bendiciendo, acompañando y también purificando. Ese deseo sincero que todos tenemos de entregarnos con verdad a este ministerio que se nos ha dado”.