Josemi Gandiaga nació en Gallarta el 22 de mayo de 1930, acababa de cumplir 91 años. Ordenado presbítero en la basílica de Begoña, en 1954, su primer destino como cura fue de ecónomo de San Esteban y encargado de Presa. Posteriormente pasó dos años fuera de la Diócesis, como profesor del Seminario Menor de Guadalajara, entre 1956 y 1958. A su regreso ejerció como capellán y profesor del colegio Sgdo. Corazón de Algorta y auxiliar de la parroquia de san Nicolás, de Algorta y en el periodo comprendido entre 1969 y 1984 fue formador del colegio-seminario. Desde 1979 a 1984 formó parte del equipo presbiteral de San Nicolás, San Martín y Andra Mari de Getxo.
En 1984 cambió de zona pastoral y pasó a formar parte de los quipos presbiterales de Zalla y Aranguren, primero como moderador y posteriormente como párroco. En la década de los 90 fue párroco de El Salvador, de Bilbao y delegado del Sector Artxandape (1996-2000) y hasta su jubilación, miembro del equipo presbiteral de San Nicolás, Santiago, Santos Juanes y San Antón de Bilbao. En San Nicolás, cada año, preparaba con esmero e ilusión la tradicional celebración de San Blas
Gandiaga también formó parte del Consejo Presbiteral entre 1993 y 2000, así como del Colegio de Consultores, entre 1996 y 2001. Entre los años 2002 y 2005, fue canónigo penitenciario y desde 2005 canónigo del cabildo catedral.
Caja Diocesana de Compensación
Una de sus tareas más conocidas, por su minuciosidad y buen hacer, fue su trabajó como gestor de la Caja Diocesana de Compensación, desde 1988. También formó parte del Consejo de Asuntos Económicos.
Entrañable
Desde ella curia, quienes compartieron con él tiempo y tarea, le definen como “un hombre entrañable, muy ‘currela’, muy cuidadoso con el trabajo, muy sencillo y con una entereza para ir encajando las limitaciones, absolutamente admirable” y destacan que a Josemi, jamás le oías quejarse o quedarse en la victimización, “siempre encajaba los zarpazos con temple y se centraba en lo que aún podía hacer para tener una vida lo más plena posible a pesar de las limitaciones. Le vamos a echar de menos”.
Muy compañero, muy austero y muy servicial
El presbítero Mikel Martínez, trabajó con Gandiaga durante los primeros años de su ministerio en Zalla y Aranguren, y destaca, emocionado, lo buena persona que era «paciente y pacífico». A juicio de Mikel, en esos años en Zalla, Josemi hizo dos cosas muy importantes, al mismo tiempo, rehabilitó una casa que les habían donado, que después ha sido la casa cural de Zalla y, a la vez, ayudó en la rehabilitación personal de un hombre con grave adicción a la bebida «aprovechando la obra de la casa, le acompañó, trabajaron juntos y, con dedicación y empeño, consiguió que se rehabilitara por completo». También nos explica que Josemi impartía clases de latín a muchos jóvenes de Zalla, de forma gratuita, por ayudarles «le gustaba dar clases» y allí también tuvo muy buena relación con el equipo de catequistas. Mikel pone en valor la disponibilidad que siempre tuvo Gandiaga en el servicio a la Iglesia para todas las encomiendas que le tocó cumplir «Si un compañero se iba de campamento todo el verano, el se hacía cargo de las parroquias, sin protestar» y resalta lo discreto que fue siempre «era muy conocido porque al estar tanos años en la Caja de Compensación todos todos los curas hemos pasado en algún u otro momento a pedir préstamos para comprar un coche, unas gafas, dentista…, él nos recibía siempre bien y nunca contaba nada de nadie, sabía estar en su sitio». En resumen «Muy disponible, muy compañero, muy austero y muy servicial».
Cuidar los detalles
El presbítero José Mari Ruiz de Azua, compañero suyo en el Seminario, explica que Josemi era un hombre práctico y muy trabajador al que le gustaba cuidar los detalles “muy comprometido con su labor, leal y constante, que hasta que no terminaba el asunto, no estaba contento”.
Cochemi
Otra de las personas que tuvo mucha relación con él fue Luis Mari Larringan. Su amistad también procede de sus años en el Seminario y la mantuvieron hasta el final. Solían juntarse por lo menos una vez a año en comidas de grupo, hasta hace dos años que tuvieron que suspenderse debido a la situación sanitaria. Larringan le recuerda como un hombre “muy humilde, sencillo y generoso” y algo que destaca mucho es que era “muy flexible y elástico, no era un hombre de imposición”, además le define como persona austera que gozaba con las cosas sencillas, “gran amigo, una buena persona -no es un tópico- Josemi» o “Cochemi” como él le llamaba a veces, por alguna anécdota que compartían, «era un hombre muy dispuesto y, también, muy irónico, muy de saber dónde estaba el puntito de risa de las cosas”.
Promotor del escultismo en Bizkaia
Txomin Bereciartua, otro de sus compañeros cura, recuerda los años en Algorta, cuando se creó el grupo scout en Itsagane y destaca que Gandiaga fue uno de los promotores del escultismo en Bizkaia “lo empezamos entre varios y él era uno de ellos” y que ahí hizo una gran labor, “atendió a los chavales muy bien y los cuidaba mucho. Yo le acompañaba, pero él era el responsable. Su vocación principal siempre fueron los jóvenes”.
Muy trabajador, sencillo, responsable, esas palabras se repiten en todos los testimonios que hemos ido recogiendo. Agur Josemi, una gran persona, de esas que dejan huella, sin hacer ruido.
QEPD