Los países preferentes en los que Manos Unidas va a centrar sus esfuerzos en esta edición, son Costa de Marfil, Paraguay y Vietnam. Hace más de 20 años que Manos Unidas trabaja de forma muy activa en Costa de Marfil donde han apoyado 57 proyectos educativos, 30 sanitarios, 50 proyectos sociales y 29 agropecuarios. Antes de la guerra sus proyectos estaban localizados principalmente en la zona cercana la capital y el norte más pobre y rural, con la creación de pequeños centros de salud y rehabilitación de escuelas de primaria. Tras la guerra, la situación ha cambiado considerablemente y han tenido que volcarse en las regiones que más han sufrido el azote de la guerra, el norte y el oeste, con programas integrales de rehabilitación social tanto sanitarios como educativos. Otra de sus prioridades será apoyar la recuperación y formación de la enorme cantidad de niños de la calle que han surgido como consecuencia del conflicto y que invaden los barrios periféricos de la capital. En Paraguay durante el periodo comprendido entre 1988-2009 Manos Unidas ha apoyado 190 proyectos, por un importe de 8.827.879 euros, la mayor parte proyectos educativos, seguidos de los productivos y sanitarios. En Vietnam, Manos Unidas lleva trabajando desde su campaña nº 33, aunque es en los últimos años cuando se ha potenciado la ayuda, habiendo aprobado, 82 proyectos. Son prioritarios los proyectos agrícolas dirigidos a la población rural con especial apoyo a potenciar las infraestructuras de agua que ayuden a mejorar la seguridad alimentaria, así como la lucha contra el tráfico sexual.
Haití fue uno de países de atención especial para Manos Unidas el año pasado, y cuentan con 4 proyectos en la zona afectada por el terremoto. Lo que recojan (casi 30.000 euros hasta este momento) irá destinado directamente a esos proyectos. Uno en la periferia de Puerto Príncipe; dos en las zonas rurales de Rivière Froide y Beauséjour, en el departamento del Oeste (cerca de Puerto Príncipe); y uno más en Cavaillon, en el departamento del Sur. En esta ocasión, los fondos se van a canalizar a través de tres instituciones locales, la Fundación Nuestros Pequeños Hermanos y Hermanas, la Union des Paysans de Biston (UPB) y los Petits Frères de Sainte Thérèse (PFST). Quien esté interesado en colaborar con Manos Unidas puede ponerse en contacto con ellos enviándoles un correo electrónico a bilbao@manosunidas.org ;u obtener más información en su página www.manosunidas.org
La cifra provisional de ingresos de Manos Unidas para el año 2009, pendientes de la Auditoria y de su aprobación por parte de la Asamblea General, ha sido de 53,7 millones de euros. Ingresos del sector privado: 41.719.962 € y del sector público: 11.988.215 €. Además, en 2009, se aprobaron 692 proyectos de desarrollo y el número de socios y colaboradores se situó en 86.728. Respecto a lo ingresado en el año 2008 (53.650.997 €) ha habido un incremento de un 0,1%.
Mensaje del Obispo Auxiliar de Bilbao para la Jornada de Manos Unidas
Con motivo de la Jornada de Manos Unidas, mons. Mario Iceta, ha escrito el siguiente Mensaje que, a continuación reproducimos íntegramente:
1. Acabamos de celebrar los cincuenta años de la Organización católica Manos Unidas. Ello suscita en nosotros, ante todo, el sentimiento de reconocimiento a aquellas intrépidas mujeres de la Acción Católica que declararon la guerra al hambre. Su determinación y firmeza ha permitido que a lo largo de este tiempo, la organización se haya extendido progresivamente en amplias latitudes del mundo y nos haya recordado a los cristianos y a las personas de buena voluntad que otro mundo es posible si cada uno se pone manos a la obra y se toma en serio, con pequeños o grandes gestos, nuestro compromiso de ayuda fraterna a los necesitados, con constancia y audacia.
2. Este año, el lema de Manos Unidas quiere poner de relieve la relación entre la pobreza y el cuidado del medio ambiente: “contra el hambre, defiende la tierra”. Efectivamente, la cuestión ecológica es un asunto del cual nuestra sociedad actual va progresivamente adquiriendo conciencia y, también, preocupación. Es, así mismo, un tema que no es en absoluto ajeno a los cristianos y que tiene profundas implicaciones con las cuestiones de justicia y paz que continuamente interrogan a nuestro mundo. En la Sagrada Escritura aparecen episodios magníficos que consideran la Creación como un don inmenso de Dios a toda la humanidad (cfr. Gn 1, 2¸ Sal 103). Efectivamente, la hermosura de la Creación es un signo elocuente de la belleza y bondad de Dios y constituye un regalo que Él ha otorgado a toda la humanidad para que hagamos un uso responsable y fraterno. Al mismo tiempo, el disfrute y tutela sobre la Creación debe suscitar en nosotros actitudes de reconocimiento y de gratitud al Creador. En efecto, “si se contempla la naturaleza en su dimensión de criatura, se puede establecer con ella una relación comunicativa, captar su significado evocativo y simbólico y penetrar así en el horizonte del misterio, que abre al hombre el paso hacia Dios, Creador de los cielos y de la tierra. El mundo se presenta a la mirada del hombre como huella de Dios, lugar donde se revela su potencia creadora, providente y redentora”. (CDSI, 487)
3. El siervo de Dios Juan Pablo II, afirmaba que “la tutela del medio ambiente constituye un desafío para la entera humanidad: se trata del deber, común y universal, de respetar un bien colectivo” (cfr. Juan Pablo II, Centesimus annus, 40). Efectivamente, los bienes de la tierra han sido creados y donados por Dios para toda la humanidad. Por ello, nos han sido concedidos para ser compartidos fraternalmente en la caridad y la justicia. Desgraciadamente, la historia de la humanidad, principalmente a partir de la revolución industrial, nos ha mostrado cómo el hombre, en lugar de usar cuidadosa y responsablemente de los recursos y criaturas que la Creación le proporciona, llevado de la avaricia y falta de escrúpulos es capaz de esquilmar y dañar los bienes que con tanta generosidad se nos han otorgado, causando en algunos casos perjuicios difícilmente reversibles. Ello no sólo supone una falta de responsabilidad para la obligada tutela actual del medio ambiente, sino que hipoteca notablemente su uso y disfrute por parte de las generaciones futuras, que influirán negativamente, entre otros aspectos, en la capacidad de generar alimentos, la disponibilidad de agua potable, la repercusión sobre la salud y la calidad de vida o la generación de nuevos conflictos armados.
4. Además, existe, lamentablemente un dramático nexo que une la crisis ambiental y la pobreza. Como afirma el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, “la actual crisis ambiental afecta particularmente a los más pobres, bien porque viven en tierras sujetas a la erosión y a la desertización, están implicados en conflictos armados o son obligados a migraciones forzadas, bien porque no disponen de los medios económicos y tecnológicos para protegerse de las calamidades. Multitudes de estos pobres viven en los suburbios contaminados de las ciudades, en alojamientos fortuitos o en conglomerados de casas degradadas y peligrosas…Téngase presente, además, la situación de los países penalizados por las reglas de un comercio internacional injusto, en los que la persistente escasez de capitales se agrava, con frecuencia, por el peso de la deuda externa: en estos casos, el hambre y la pobreza hacen casi inevitable una explotación intensiva y excesiva del medio ambiente” (CDSI, 482). Cuántas veces el siervo de Dios Juan Pablo II nos ha recordado la necesidad de globalizar la justicia y del amor. En un mundo, en el que las distancias se han empequeñecido gracias a los poderosos medios de comunicación de todo tipo, urge fomentar en todos nosotros el florecimiento de un nuevo modo de concebir la relación del hombre y todas sus actividades con el respeto y cuidado de la Creación. La promoción de una nueva cultura del respeto al medio ambiente, que se traduzca en actitudes personales y sociales, así como en políticas nacionales e internacionales, constituye un elemento de singular importancia para la promoción efectiva de la justicia y la paz en el mundo, así como de la erradicación del hambre y la promoción de la dignidad humana.
5. Los graves problemas ecológicos a los que nos enfrentamos en la actualidad, requieren de nosotros “un efectivo cambio de mentalidad que nos mueva a adoptar nuevos estilos de vida, basados en el respeto de la Creación, en desarrollar hábitos de consumo responsable y el desarrollo de políticas económico sociales que se basen en el acceso justo y fraterno a los bienes de la tierra” (CDSI, 486). Como, así mismo, afirma Juan Pablo II, “la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un desarrollo común, deben ser los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones” (Juan Pablo II. Centesimus annus, 36). Continúa afirmando el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia que “tales estilos de vida deben estar presididos por la sobriedad, la templanza, la autodisciplina, tanto a nivel personal como social. Es necesario abandonar la lógica del mero consumo y promover formas de producción agrícola e industrial que respeten el orden de la Creación y satisfagan las necesidades primarias de todos. (CDSI 486).
6. Queridos hermanos y hermanas, no nos cansemos de volver a poner el ser humano como centro de toda actividad, en diálogo responsable y cuidadoso con la Creación. El hombre y la mujer han sido constituidos por Dios como custodios de la Creación, prosiguiendo en ella la tarea que tan bellamente inició el Creador (cfr. Gn 1, 28). Todos somos depositarios de los bienes de la Creación que deben asegurar una vida digna para todos (cfr. GS 69). Un año más, resuenan en nuestros oídos la llamada apremiante del Maestro, “Dadles vosotros de comer” (Mt 14, 16). Aquellas palabras movieron a las Fundadoras de esta hermosa Organización católica de Manos Unidas a ponerse y a ponernos en camino. Y nosotros queremos responder con prontitud y generosidad. El Señor nos espera en los rostros sufrientes de nuestra humanidad, en nuestros hermanos más pequeños y desfavorecidos. Queremos vivir continuamente en la actitud del Buen Samaritano (cfr. Lc 10, 25-37), siempre dispuesto a inclinarse ante el que sufre, el hambriento, el desposeído, a defender su dignidad y sus derechos y a cargar fraternamente con estos hermanos y con sus dificultades. Y bien sabemos que seremos reconocidos como hijos e hijas del Padre y discípulos de Jesús, principalmente por los gestos y actos de amor. No en vano nos dijo, “en esto reconocerán que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros” (Jn 13, 34). Señor Jesús, que sea siempre así con la ayuda de tu gracia.
Con todo mi afecto, pido para todos la bendición de Dios.
+ Mario Iceta Gavicagogeascoa
Obispo Auxiliar de Bilbao