22-11-2024 Viernes, XXXIII semana - tiempo ordinario
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Evangelio y Lecturas

Día: 23-10-2022
Domingo
Otras fechas:
Tiempo ordinario, XXIX
Evangelio y Lecturas de 23-10-2022

LECTURA 1

Los gritos del pobre atraviesan las nubes

Lectura del libro del Eclesiástico 35,15b-17. 20-22a

El Señor es un Dios justo,
que no puede ser parcial;
no es parcial contra el pobre,
escucha las súplicas del oprimido;
no desoye los gritos del huérfano
o de la viuda cuando repite su queja;
sus penas consiguen su favor
y su grito alcanza las nubes.
Los gritos del pobre atraviesan las nubes
y hasta alcanzar a Dios no descansan;
no ceja hasta que Dios le atiende,
y el juez justo le hace justicia.

LECTURA 2

Ahora me aguarda la corona merecida

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4,6-8. 16-18

Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente.
He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
La primera vez que me defendí ante el tribunal, todos me abandonaron y nadie me asistió.
Que Dios los perdone.

SALMO

Sal 33, 2-3. 17-18. 19 y 23

R. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca,
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.

EVANGELIO

El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no

Lectura del santo evangelio según san Lucas 18,9-14

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola:
- Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo».
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».
Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.