Juan Ignacio, nació el 19 de septiembre de 1931 y fue ordenado presbítero en la parroquia de Ntra. Sra del Carmen de Indautxu, el 29 de junio de 1960. Tras su ordenación fue destinado a Plentzia, a la parroquia de Santa María Magdalena, de la que también fue su organista.
Debido a su delicado estado de salud, desde hace muchos años residía en la casa del Sagrado Corazón, de Monte Avril, hasta hace unos meses que se trasladó, junto con su hermana Mª Carmen, a la residencia de la Misericordia, donde vive un grupo de presbíteros de la Diócesis.
La música
Juan Ignacio pertenecía a una familia de Plentzia. Eran siete hermanos, los dos pequeños, Juan Ignacio y Begoña eran religiosos. Todos amantes de la música, él también heredó esa pasión. Su madre tocaba muy bien el piano, su hermana María Luisa era profesora del conservatorio de Bilbao, un hermano Luis se fue Chile, otro Tomás fue médico en Leioa.“Una familia con armonía, nos hemos llevado bien», destaca Ignacio Bilbao, su sobrino, hijo de su hermano mayor. Por su parte, su hermana Mª Carmen, que ha vivido junto a él durante casi toda su vida, le describe como un hombre bueno, simpático y amable “querido por todos”.
Su sobrina Belén, le recuerda con gran cariño y dice que fue una persona que vivió toda su vida en la fe: “Ahí empieza y termina todo”.
Belén explica que durante los años de su tío como cura en Plentzia, él solía presidir la primera misa del día. Luego subía al coro -a pesar de sus problemas de movilidad, por su distrofia muscular- y acompañaba con el órgano el resto de las celebraciones. “Fue un hombre sencillo. Preparó a muchos niños y niñas de catequesis y confirmación y también trabajó y acompañó a los niños y niñas que estaban ingresados en el hospital de Gorliz, donde él acudía con asiduidad para ser tratado de sus dolencias”.
La enfermedad
La distrofia muscular que le acompañó desde muy joven, limitó su vida. Sufrió varias caídas y en una de ellas se rompió la cadera. Fue entonces cuando su hermana Mª Carmen y él decidieron trasladarse a vivir a la residencia de Monte Abril, ya que en la casa de Plentzia tenían más limitada la movilidad. En Monte Avril vivía otra hermana suya, Begoña, religiosa del Sagrado Corazón. Allí estuvieron más de 25 años.
Su sobrino Ignacio resalta el “estupendo humor de su tío. Fue una persona humilde, sencilla, alegre, muy espiritual y con una gran bondad”, a quien le gustaba jugar con sus sobrinos y sobrinas “que le querían mucho”.
Ignacio pone en valor la actitud de su tío ante la enfermedad degenerativa “una voluntad férrea -explica-. No sólo pudo andar, cuando parecía que no iba a ser posible, sino que subía hasta las escaleras al coro”. También le recuerda en su “velosolex” -ciclomotor- con el que se trasladaba -en sotana- al instituto a dar clases de religión. “Jamás hizo excesos, no bebía, no fumaba. Otra persona con esa enfermedad, hubiera vivido mucho menos años”.
El actual organista de Plentzia no recuerda exactamente la fecha en la que Juan Ignacio se marchó del pueblo, «calculo -dice- que, a mediados o finales de los 80. Los últimos sacerdotes con los que él coincidió en Plentzia fueron Anton Linaza y Juan Mª Markaida, cuando llegó José Luis de la Fuente, él ya no estaba».
Tal y como ha dicho alguno de sus sobrinos, él también subraya que Juan Ignacio tocaba el órgano en todas las misas, «a pesar de su problema en las piernas subía al coro a tocar. Al final le pusieron un armonium en el altar de la ánimas donde está ahora el órgano electrónico, para que pudiese tocar, y desde ahí subía a celebrar misa».
Las partituras
Las partituras de las canciones que se cantan ahora en misa son las que él transcribió «se guardan en el coro y se utilizan todavía. A mí -dice- me enseñó a tocar el órgano, aunque yo luego lo dejé por no tener tiempo para hacerlo y son esas partituras las que se tocan hoy en día. Creó un coro de niños en la parroquia, y se encargaba de la catequesis. Desde que se fue coincidí pocas veces con él, pero le recuerdo como una persona agradable y cariñosa».
QEPD