Los africanos describen Camerún como “el África en miniatura”. Y no es para menos, porque en este país se reúnen muchas de las tradiciones y culturas del continente. Con 16 millones de habitantes y una extensión parecida a la de España, Camerún tiene bellos paisajes, grandes estepas, una vegetación muy variada e incluso una especie de elefante única en el mundo: el elefante pigmeo. Pero Camerún también tiene otra cara. La cara del paludismo o la tuberculosis, enfermedades que se cobran cada año la vida de dos millones de personas en este país. Sin embargo, éstas no son las más peligrosas: “Si hay una pandemia que asole a este país y al continente africano en general, ésa es el sida”. Un 11% de la población del país (alrededor de 937.000 personas) es seropositiva.
Programas de desarrollo
Alberto Piubello tenía claro desde pequeño lo que quería hacer. “Yo vivía en una familia acomodada en Italia, sin problemas de dinero y con mucho cariño familiar y de mis amigos, pero desde niño sabía que quería estudiar medicina para poder ayudar a solucionar los problemas que había en África”. Dicho y hecho. A su llegada a Douala en 1996, el servicio católico de salud contaba con 4 centros y había una media de un médico por cada 25.000 habitantes. Las deudas acumuladas eran enormes y esto impedía a los centros establecer precios asequibles para los enfermos que necesitaban tratamientos especiales.
El doctor Puibello elaboró un programa para poner fin a esta situación. “Había que rehabilitar los servicios desde las estructuras, pasando por la rehabilitación financiera y tratando de llegar a una formación de personal. Pero no de un personal médico extranjero, sino de enfermeros y doctores del propio país que pudieran llevar el proyecto adelante”. Hoy por hoy, en los 10 centros de salud que operan en Douala y el 99% del personal sanitario es camerunés.
Empatía y esperanza
Estos son los ingredientes básicos que el doctor Puibello cree indispensables para que un proyecto de estas dimensiones salga adelante.
“Hay que saber ponerse en el lugar del otro. Durante seis meses creí que me había infectado del virus del sida al intentar reanimar a una paciente seropositiva, pero no pude realizar el test de comprobación porque, sencillamente no lo teníamos. En este caso el final de la historia fue feliz porque descubrí que no estaba infectado cuando volví a Italia, pero esa incertidumbre me hizo sentir lo que sienten tantos y tantos habitantes de África”. Gracias a esta empatía, hoy por hoy atienden a más de 500 parejas afectadas por el virus.
El segundo ingrediente no es menos importante. La esperanza es lo que condujo a Alberto Puibello a trasladarse a Camerún para prestar su ayuda. Una esperanza que le hizo pensar que “si tenemos riqueza, si tenemos posibilidades, lo más humano es ayudar a los demás”. Y esta misma esperanza es la que hace que, sin titubear, el doctor conteste a su propia pregunta: ¿Un mundo mejor? Sí, es posible.