Aquel que quiera asistir a las dos conferencias podrá hacerlo, ya que la del Colegio La Salle comenzará a las cinco y media de la tarde y forma parte de una jornada organizada por la asociación de comunidades cristianas Fe y Justicia bajo el título ”Agradecidas y comprometidas. Relatos de emancipación“. La ponente, Isabel Gómez-Acebo, es Licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense y en Teología por la Universidad de Comillas, donde actualmente imparte cursos de teología. Preside la Fundación Sagrada Familia, entidad dedicada a residencias de ancianos, es miembro fundador de la Asociación de Teólogas Españolas y dirige y participa en la colección de teología “En Clave de Mujer”.
La otra conferencia, organizada por la Unidad Pastoral de Deusto, corre a cargo de Ana Irene del Valle que ya ofreció hace un par de meses una charla sobre jóvenes y valores organizada por la Delegación de Apostolado Seglar y la Mesa Interdiocesana de Tiempo Libre, en la que destacaba cómo “la tendencia a la individualización, la secularización de las sociedades modernas y su efecto desinstitucionalizador, la precariedad de las relaciones sociales nos sitúa en un escenario de rechazo a los absolutos y de ruptura con un código moral que abarque todas las dimensiones y fenómenos dentro de un principio unificador. Pero, además, en este proceso, algunos principios definidos como valores, que tradicionalmente han gozado del consenso social y han cohesionado nuestras sociedades, se han visto fuertemente cuestionados y erosionados. Como consecuencia, asistimos a un proceso en el que algunos valores quedan desactivados socialmente como principios normativos de conducta, otros adquieren el rango de contravalores porque entran en liza con principios que sí operan de facto como tales, y, todos, en su definición, se ven relativizados en unas sociedades cada vez más complejas y culturalmente diversas que en su devenir errático y zigzageante, produce también nuevos valores y referentes. La recurrente expresión “crisis de valores” no encierra tanto el problema de la falta de valores como el de la falta de un “espacio común” de valores compatible con la pluralidad.