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15.01.2007

Emotiva misa en memoria de Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio

El obispo de Bilbao presidió ayer una emotiva misa en memoria de Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, los dos ecuatorianos asesinados por ETA en el atentado del pasado 30 de diciembre. La ceremonia tuvo lugar en el abarrotado templo de la parroquia bilbaína de San Francisco Javier, donde desde hace cinco años se celebra mensualmente una misa latinoamericana. Monseñor Blázquez, que condenó el brutal atentado y transmitió el pésame a las familias de los fallecidos, destacó que esta iglesia puede ser el hogar de la fe de muchos inmigrantes y donde pueden encontrar la hospitalidad eclesial, y lo hizo en un día en el que se celebraba la jornada mundial de las migraciones con el lema “una sola familia”.

     Al acto, al que asistieron un centenar de emigrantes ecuatorianos y los feligreses de la parroquia, se sumaron procedentes de la ofrenda floral que minutos antes había tenido lugar en el parque de Doña Casilda organizado por el Gobierno Vasco, el cónsul ecuatoriano en Bilbao, Pablo Buitrón, el delegado del gobierno central Paulino Luesma, la portavoz del gobierno vasco Miren Azcarate, el consejero de Asuntos Sociales Javier Madrazo, la presidenta del parlamento Izaskun Bilbao, la secretaria del Euskadi Buru Batzar, Miren Josune Ariztondo, el concejal del PP Antonio Basagoiti y el director de inmigración Roberto Marro, entre otros.

     La ceremonia fue sencilla, participada y muy emotiva. Contó con un nutrido grupo de concelebrantes que tenían en común haber sido misioneros en el país del cual procedían las dos víctimas mortales del atentado. Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio estuvieron presentes a lo largo de toda la celebración, en las moniciones, en las peticiones, incluso con sus fotografías proyectadas sobre el altar.

     Monseñor Blázquez pidió “Fortaleza contra el terrorismo y un esfuerzo por ver la realidad pese a la confusión y a las interpretaciones” y pidió también “Respeto a la vida, la libertad, la seguridad y la paz; y fortalecer los principios morales de la unidad». Dirigiéndose a los emigrantes, justo en el día en el que la Iglesia celebraba la jornada mundial de las migraciones, subrayó que “la iglesia católica era su casa, una prolongación fácil de nuestra fe, donde pueden encontrar la hospitalidad eclesial”.

     Entonces cobró especial sentido la frase inicial pronunciada por una de las monitoras sudamericanas “No me llames extranjero (aludiendo a la famosa canción de Rafael Amor), llámame hermano”. El sonido andino de flautas, quena y guitarras que llegaban desde el coro contribuyó enormemente a crear una atmósfera de profundo sentimiento que llegó a su punto álgido cuando dos emigrantes colocaron frente al altar un gran jarrón que los asistentes fueron llenando de flores mientras sonaban los acordes de “la vasija de barro”, una canción tradicional ecuatoriana que habla del ritual inca cuando enterraban a sus muertos “Yo quiero que a mí me entierren como a mis antepasados, en el vientre oscuro y fresco de una vasija de barro….”

     Al final el director de Misiones Diocesanas, Iñigo Iriarte, leyó un mensaje del presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, Néstor Herrera, que dirigiéndose a sus compatriotas decía: “Aquí y allá siempre encontrarán hermanos prontos para ayudarles….sea ésta la ocasión para expresarles el afecto y la cercanía de la Iglesia a todos ustedes que han tenido que emigrar de la patria y dejar su familia buscando mejores condiciones de vida con un trabajo más rentable pero no exento de riesgos y dificultades. Dios quiera que el nuevo año que comenzamos llenos de entusiasmo y buenos deseos no tengamos más desgracias que lamentar sino beneficios que agradecer”, y la gente rompió en un aplauso generalizado para finalizar con un canto a la Virgen de la Merced “Compañera de los pobres. Esperanza de una tierra que busca y grita liberación. Tú ya sabes Madre nuestra que los pobre sufren mucho porque no hay plata para vivir mientras otros, unos pocos, son los dueños del dinero de nuestras tierras y del país…”

     El párroco de San Francisco Javier, Juan María Bautista, con muchos años de misión en Ecuador, preparó una celebración llena de calor y emoción que se convirtió en un perfecto homenaje creyente para Carlos y Diego Armando, justo en el día en que también, al otro lado del charco, en Quito, su arzobispo celebraba otra misa en memoria con la presencia de los familiares de los dos asesinados.