Juan Mari Markaida nació en Gatika el 17 de diciembre de 1926 y fue ordenado presbítero el 31 de mayo de 1952. Su primera encomienda, fue la de ecónomo en Mañuas y, posteriormente, coadjutor y ecónomo de Bakio. Desde 1979 ejerció su ministerio en Plentzia y durante varios años lo compaginó con su trabajo como profesor de latín, en el Instituto de Bachiller de Mungia.
Euskaldun
Además de sus clases de latín en el instituto, Markaida impartía clases en su domicilio, de manera totalmente desinteresada, tanto de latín como de euskera “a quien necesitara un refuerzo, él les apoyaba y les ayudaba”, destaca Javier Etxebarria, compañero presbítero de Juan Mari, con quien convivió en Plentzia, durante 13 años.
Hasta su jubilación fue coadjutor de Gorliz, Lemoa y Armintza y los últimos años, su hogar fue la residencia Elorduy de Barrika, donde siguió oficiando misa cada día, mientras pudo.
Sociable y muy querido
Etxebarria le define como un hombre muy cercano, paciente y muy humano, “una persona con la que no tenías ningún problema en que te escuchara”. Pastoralmente siempre estuvo cerca de los jóvenes. En otra etapa, también se ocupó de la Pastoral de Tercera Edad.
A Juan Mari le gustaba mucho salir a pasear cada día por la playa de Plentzia y Gorliz, junto al perro Bizkor, que era de un vecino, pero le acompañaba y le buscaba siempre.
Muy sociable, conocido y querido en Plentzia. Hace ya varios años, -recuerda Etxebarria- el pueblo le rindió un homenaje y la plaza de la iglesia que se llenó por completo. Ese día, tampoco pudo faltar “su debilidad”: la tortilla de patatas.
El presbítero Borja Uriarte trató con él, sobre todo en la última etapa de su vida, ya delicado de salud y le acompañó en numerosas ocasiones. Una de las últimas, en la celebración de los aniversarios sacerdotales en Begoña el pasado mes de junio. A pesar de que ya tenía bastantes dificultades de salud “fue con ilusión”. Uriarte recuerda a uno de sus grandes amigos, fallecido hace un tiempo, con el que le gustaba mucho salir a Juan Mari a pasear o a comer y con quien compartió muchos ratos: el párroco de Urduliz, Javier Berasaluce. También destaca el “cariño enorme” que le tenían en Plentzia a Markaida.
Otro presbítero, Aitor Solabarrieta dice que fue un cura “con alma de pastor”. Tuvo con él muy buen trato de amigo y compañero “fue un cura muy cercano a la gente, siempre con una sonrisa en los labios, creo que no le he visto nunca enfadado. Era cariñoso y muy amable con la gente, muy servicial. Siempre que se le ha pedido algo nunca ha dicho que no”.
QEPD