También intervinieron el rector de la Universidad de Deusto, Juan José Etxeberria; el catedrático emérito José Manuel Barrenetxea; el periodista Eugenio Ibarzabal; el abogado Javier Batarrita y la catedrática emérita, Rosa Miren Pagola, que trazaron una semblanza de Scheifler.
En el acto se presentó la obra “José Ramón Scheifler, el profesor que enseñaba a pensar”, un homenaje a este jesuita, maestro de incontables generaciones de estudiantes, a quienes durante casi cincuenta años «enseñó a reflexionar y adoptar un pensamiento crítico ante la vida y sobre los textos sagrados, siempre en el centro de su obra investigadora».

Se recordó que José Ramón Scheifler nació en Bilbao en 1920, en una familia de origen alemán por parte paterna y bilbaíno por parte materna. Sufrió el exilio durante la Guerra Civil y entró en la Compañía de Jesús en 1938, formándose en España, Centroamérica, Alemania, Israel y Roma. En 1958 fue destinado a la Facultad de Teología de Oña, de la que fue decano y principal impulsor de su incorporación a la Universidad de Deusto en 1967.
En Deusto, ocupó los cargos de decano de la Facultad de Teología (1967-1973) y secretario general (1988-1994). También fue vocal de la Comisión Nacional de Estudios Eclesiásticos, miembro de la Comisión de Obras Sociales de la Caja de Ahorros, miembro fundador del Forum Deusto, adjunto del Instituto de Estudios Vascos, coordinador del Instituto de Fe y Vida Cristiana, profesor en la Escuela Teológica de San Vicente y en Catequesis de adultos, entre otras.
Maestro de jesuitas
El rector, Juan José Etxeberria, destacó que José Ramón Scheifler fue “Maestro” de numerosos jesuitas, sacerdotes, religiosos y laicos que guardan de él el mejor de sus recuerdos, en especial por su capacidad para estimular la reflexión y el espíritu crítico. “Tuve el privilegio de ser su alumno -comentó-, una experiencia que marcó profundamente mi propia vida y que me permitió descubrir su inquebrantable pasión por la Biblia y por el proceso educativo. En sus clases, José Ramón transmitía una energía contagiosa, llena de entusiasmo y vivacidad, y hacía que el estudio de los textos sagrados fuera un ejercicio de introspección profunda. Su figura inspira no solo por la profundidad de sus conocimientos, sino también por su capacidad para guiar a los demás en un proceso de autodescubrimiento espiritual y acercamiento a Dios. Para él, la enseñanza no fue solo un ministerio académico, sino una auténtica vocación de acompañamiento personal y comunitario”. Discurso íntegro.