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28.03.2018

Paseando por el neoclásico de Bizkaia

La revista diocesana Comunicación/Alkarren Barri, en su número, de marzo publica un reportaje en el que sugiere un recorrido cultural por las iglesias neoclásicas de Bizkaia. En esta semana, aun festiva para muchas personas, compartimos esas líneas en las que se ofrecen interesantes planes para el tiempo libre.

La ruta recorre elementos de nuestro patrimonio poco conocidos y en algunos casos poco valorados: las iglesias neoclásicas de Bizkaia, edificios que fueron construidos entre los años finales del siglo XVIII y la primera mitad del XIX y que alcanzaron unas notables cotas de calidad. El neoclasicismo apostaba por la recuperación de las formas griegas y romanas. Era, al menos en los edificios más públicos, un estilo de columnas y frontones triangulares. Pero también era un estilo racionalista, funcional, que buscaba la claridad visual, la limpieza ornamental y la proporción de las formas.
Nuestro recorrido se va a centrar en una zona concreta: la comarca Gernika-Bermeo, aunque arrancaremos desde un poco más al Sur, desde Larrabetzu. En este espacio las iglesias neoclásicas alcanzan una densidad que no encontramos en ningún otro lugar del Estado. En 1777 presentaba sus planos en la Academia Ventura Rodríguez, uno de los más grandes arquitectos del momento. Como es habitual en estos templos, la planta es una cruz griega –de brazos iguales– inscrita en un cuadrado. Es decir, no es un modelo alargado, basilical, lo normal hasta entonces, sino central. Es un edificio “de libro”, al que si acaso le falta una cúpula sobre el crucero. Y neoclásicos son sus retablos, trazados por el lekeitiarra Juan Bautista de Belaunzaran.
Desde allí vamos a subir a Errigoiti para encontrarnos con algo curioso y muy frecuente en Bizkaia: una “reducción”. Así se llamaba en aquella época a la reforma en estilo neoclásico de una iglesia anterior, en este caso del XVI –su preciosa portada será de hacia 1560–. En 1816 el arquitecto Martín de Echaburu sustituyó los pies derechos de madera por unas voluminosas columnas para sujetar la nueva bóveda. El espacio interior, antes modesto, de aire rural, se transformó en algo monumental. Y también en este caso un retablo neoclásico, del bilbaíno Francisco Antonio de Echániz, preside el templo con sus sólidas columnas y su frontón triangular.
Descendemos hacia Gernika. Cerca de la villa foral, en Ajangiz, encontramos otra de nuestras protagonistas. Una iglesia de construcción complicada: empezada en 1819 por Juan Bautista de Belaunzaran, la escasez de dineros prolongó las obras hasta 1860, –y la torre aún esperó hasta 1890–. Pero el resultado es monumental, con su fachada a la romana precedida de una escalinata. No se llegó a hacer la plaza proyectada ante el templo, pero sí las preciosas casas curales, también de estilo neoclásico. Volviendo a nuestra ruta tropezamos con una nueva “reducción”: San Martín de Forua. Aquí, hacia 1820, el templo gótico-renacentista, cubierto con bóveda de madera sobre pilares del mismo material, fue transformado en un espacio que sorprende por su grandiosidad.
Parada importante: Murueta. En 1851 el arquitecto Antonio de Goicoechea volvió al modelo de planta central (cruz griega inscrita en cuadrado), pero dotó al templo de una cúpula con linterna que genera un espacio interior mucho más luminoso y diáfano de lo habitual en este tipo de templos. Y al exterior llama nuestra atención la suave sucesión de volúmenes y la esbelta torre sobre una elevada portada. Un edificio que no hay que perderse.
Llegamos a Bermeo. La iglesia de Santa María preside –domina, más bien– la plaza. Un monumental proyecto de 1797 de un “primer espada”: Silvestre Pérez, otro de los grandes arquitectos de la Academia en aquellos años. En este caso la planta central se alarga hacia los pies, para encajar el coro. Destaca su gran cúpula central, y llaman la atención las tribunas sobre los brazos. Y en las hornacinas de los ángulos los retablos son también neoclásicos. Al exterior presenta una fachada monumental, que aún lo sería más si las dos torres se hubieran terminado de acuerdo al proyecto original, flanqueando el magnífico pórtico.

Imagen del interior del templo de San Martín de Forua.