El obispo, en su intervención aludió a las nuevas formas de pobreza que surgen entre nosotros como son la llegada de refugiados o de inmigrantes «que cruzan el estrecho con gran riesgo de sus vidas y en medio de un doloroso desarraigo». También habló de la cronificación de la pobreza «en las familias, parados de larga duración y personas que no son capaces de salir del centro o la periferia de la exclusión». Mons. Iceta, además, tuvo un recuerdo para las personas, particularmente enfermas y ancianas, que sufren la soledad «que se extiende como una larga sombra sobre una vida que va perdiendo esperanza» y sobre la tarea de la reconciliación «que ayude a restañar profundas heridas que ha dejado entre nosotros el terrorismo y la violencia y que requerirá de nuevas formas y de un impulso renovado».
«La vida cristiana -concluyó el obispo- nace, crece y madura en la comunión eclesial. De ahí, la necesidad de fortalecer nuestras comunidades cristianas como lugar de encuentro con Dios y entre nosotros, favoreciendo el conocimiento mutuo de los diversos ministerios y carismas fortaleciendo la comunión» y aludió al último año de vigencia del plan pastoral «podamos reconocer con humildad tantos dones como Dios nos ha concedido y que han fructificado entre nosotros. Tengamos la humildad de reconocer nuestras negligencias, miedos, perezas y errores acogiéndonos a la misericordia de Dios y que nunca nos abandona».