¿Cuál ha sido tu relación con la orden mercedaria?
Soy de Gernika, pero aita era del barrio de Rentería y fui alumno del colegio de La Merced. Durante un tiempo me desvinculé de la Iglesia, pero a través de una Pascua juvenil retomé y di mis primeros pasos tras ese encuentro con el Señor que te transforma. En aquél tiempo no había mucho de pastoral juvenil en Gernika y fueron las monjas mercedarias quienes me acompañaron. En contacto con los mercedarios de Lekeitio fui desarrollando mi vocación y mi formación.
¿Qué trayectoria has tenido?
Entré en Valladolid en el postulantado desde donde decidí hacer el noviciado en Galicia. Profesé allí los votos simples y me fui a Salamanca a estudiar teología. Antes de terminar me destinaron a La Peña en Bilbao y finalicé mis estudios en Deusto. La experiencia en Bilbao en comunidad fue muy buena. En un barrio muy golpeado en aquéllos tiempos. Teníamos una casa de acogida de toxicómanos. Teníamos también presencia en la cárcel. Mientras proseguía con mis estudios llevaba la pastoral infantil y juvenil de la parroquia. Allí me surgió la necesidad de estudiar educación social. Posteriormente estuve de maestro de postulantes, una experiencia no muy agradecida pero sí muy enriquecedora. Pasé a Madrid al proyecto de acogida de refugiados en un piso. De ahí decidí vivir una experiencia diferente vinculada con mi proceso.
Marchaste a la Argentina ¿Qué encontraste ahí?
Todo lo que andaba buscando. He estado durante un año en un barrio muy golpeado, de mucha violencia, en Tucumán. Hemos celebrado el 800 aniversario de la orden mercedaria. Ha sido un momento muy especial, porque la parroquia entera vive el carisma de la Merced con mucha viveza. Ha supuesto un aire nuevo para vivir mi compromiso actual.
Ahora en Galicia. ¿Cuál es tu proyecto?
En zona rural, en una parroquia. Acompaño en la cárcel y apoyo la pastoral en un colegio. Es un servicio muy diferente. No sabemos cómo se presenta el curso que viene, con incertidumbres por la situación sanitaria actual, pero con ilusión.